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EN LA MEMORIA

La huella sanguinaria de ETA en Huesca

El Alto Aragón sufrió el rastro asesino de la banda terrorista. Crímenes como el que costó la vida a Manuel Giménez Abad siguen sin aclararse 

El Alto Aragón ha sentido de cerca el dolor causado por los atentados de ETA. El primer zarpazo recibido fue la muerte de la familia Garrido el 25 de octubre de 1986 en San Sebastián. Un asesino de la organización que circulaba en moto colocó una bomba lapa en el coche en el que viajaba Rafael Garrido, gobernador militar de Guipúzcoa, junto a su esposa Daniela y uno de sus hijos, Daniel, de 21 años. Todos ellos fallecieron en el acto. Y más de una decena de personas que estaban en el lugar del suceso resultaron heridas de distinta consideración. Eran los primeros aragoneses cruelmente asesinados por la banda terrorista, pero su rastro de sangre se extendió durante años por la provincia y su población hasta que ETA acabó con la vida de dos guardias civiles en Sallent de Gállego y asesinó al presidente regional del PP, el jacetano Manuel Giménez Abad, cuando caminaba con su hijo a ver un partido de fútbol en el campo zaragozano de La Romareda.

En 1989, un libro bomba le estalló al sargento Joaquín Bordonaba la Escuela Militar de Jaca.

En la madrugada del 16 de diciembre de 1993, los terroristas colocaron un artefacto explosivo en una pared del cuartel de la Guardia Civil de Ayerbe. Sin embargo, los agentes que patrullaban por los alrededores lograron desactivarlo. Tres años más tarde, el 18 de diciembre de 1996, se desactivó otro explosivo en la misma casa cuartel.

En 1997, un atentado fallido de ETA en Sallent pudo acabar en desastre. Un paquete bomba estalló parcialmente en la casa cuartel de la Guardia Civil provocando destrozos en este inmueble y en algunos edificios colindantes. Afortunadamente, en esta ocasión no hubo que lamentar daños personales.

El 15 de agosto del 2000, estalló un coche bomba en Benabarre con cien kilos de explosivos en su interior. El mismo año, ETA colocó en una torre de la red eléctrica del Valle de Bujaruelo un artefacto compuesto por 16 cargas de las que explotaron la mitad.

Artificieros y miembros de los grupos de alta montaña de la Guardia Civil de Aragón y Navarra localizaron en enero de 2006 a las ocho y media de la mañana en Borau un artefacto explosivo colocado supuestamente por ETA en una central de distribución eléctrica en la carretera que une esta localidad con Aratorés. El artefacto, que ya había explosionado, tenía muy poca carga y sólo dañó levemente el muro de la torreta.

El 23 de octubre de 1991 la etarra Idoya López Riaño solicitó ayuda a un ciudadano tras averiarse su vehículo (cargado con 50 kilos de explosivos). La casualidad quiso que su matrícula doblada coincidiera con la del ciudadano, lo que obligó a huir a la terrorista.

El 20 de agosto de 2000, fueron asesinados mediante una bomba lapa los guardias civiles Irene Fernández Pereda y José Ángel de Jesús Encinas, en la localidad de Sallent de Gállego.

La organización terrorista asesinaba el 6 de mayo de 2001 al político jaqués Manuel Giménez Abad, presidente del Partido Popular en Aragón. Giménez Abad recibió tres tiros en la calle Cortes de Aragón, en pleno centro de Zaragoza, cuando se dirigía con su hijo a presenciar un partido del Real Zaragoza.

Aparte de sus acciones criminales, durante años, la presencia de etarras en el Alto Aragón fue objeto constante por parte de las fuerzas de seguridad del Estado, ya que la banda utilizó con frecuencia los pasos fronterizos oscenses con Francia para el paso de comandos y material, sobre todo, cuando se estrechaba el cerco policial en las fronteras más próximas al País Vasco.  

En total, la organización terrorista acabó con la vida de 16 personas en Aragón y dejó un centenar de heridos. 

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