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Huyendo desde El Salvador y comenzando de cero una vida en Jaca

Treinta personas refugiadas viven en Jaca y buscan oportunidades. Fernando, un joven salvadoreño de 21 años, ha encontrado trabajo como camarero

El pasado mes de enero llegó a Jaca Fernando y su familia. Pocos meses antes habían dejado su país, El Salvador, huyendo de amenazas de muerte de las Maras, organizaciones de pandillas criminales. Es uno de los casos que se repiten en otras de las 30 personas que han llegado a Jaca con el estatus de refugiado y que forman parte de un proyecto de apoyo e inserción socio laboral que está dando sus frutos. En estos momentos el 50% de los beneficiarios que han llegado a la fase que les permite trabajar, lo están haciendo.

Fernando y su familia llegaron a Madrid y se alojaron en un hotel los primeros días, pero cuando se acabo el dinero las cosas se pusieron más difíciles. “Se nos terminan los recursos económicos y nos quedamos en la calle. No es fácil pasar la noche en pleno invierno en la calle con mi madre y mis hermanos (…) Pero todo esto pasa por algo y conocimos a otro salvadoreño que nos dijo a dónde llamar para pedir ayuda.” En el Ministerio del Interior les entrevistaron y finalmente entraron en el programa de protección de personas refugiadas. Les dieron plaza en un centro de acogida en Madrid y en enero les enviaron a Jaca, donde la Iglesia evangelista gestiona el proyecto subvencionado por el Estado y la Unión europea.

Los primeros seis meses en Jaca los pasaron en la Casa Mamré, compartiendo estancia con otras familias refugiadas, a quien Fernando dedica unas palabras de cartiño. Durante esos seis meses han recibido formación de cultura general sobre España y hay quien ha podido realizar cursos de formación más específicos. Fernando hizo uno de panadería, su profesión en El Salvador, y otro de hostelería. Hizo las prácticas de camarero en el restaurante Biarritz y sus responsables encontraron en él al trabajador que necesitaban.

Francis Martín, gerente del restaurante Biarritz, conoció el proyecto a través de una academia de formación, y en junio Fernando hizo las prácticas. “Vimos que era el perfil indicado, una persona educada y atenta con los clientes, integrada en su trabajo y con mucha responsabilidad. Decidimos seguir quedándonos con él para trabajar en un futuro. Tuvimos que esperar a que tuviera su segunda tarjeta, la que le permitía trabajar, y hoy en día está trabajando con nosotros, totalmente integrado en el equipo, y desarrolla muy bien su trabajo. Estamos contentos”.

Con un puesto de trabajo Fernando ve el futuro de forma positiva “muy diferente a cómo lo veíamos durante los primeros meses, que no sabíamos lo que iba a pasar. En lo personal me siento muy feliz de esta oportunidad”, cuenta. A partir de ahora su intención, y la de su familia de cinco miembros, es quedarse a vivir en Jaca.

El de Fernando es sólo uno de los casos de las más de 30 personas refugiadas que han pasado por la Casa Mamré. Tienen 12 meses con la vivienda financiada, los primeros seis los pasan en la Casa Mamré y el resto en pisos de alquiler.

María José Vencestá es coordinadora del proyecto y explica que en estos momentos el 50% de los que pueden trabajar, por edad y por permiso de trabajo, lo están haciendo. Se muestran satisfechos con la acogida y las oportunidades que se han abierto en Jaca, pero explica que el proceso burocrático sigue siendo muy complejo y no siempre bien engrasado. En el caso de Fernando por ejemplo, todavía no saben si podrá conseguir el permiso para quedarse en España.

Desde el pasado mes de enero han pasado por Jaca familias refugiadas de Siria, El Salvador, Colombia, Venezuela, Gambia, Armenia y Albania. “No sólo los casos de conflicto bélico pueden acceder a esta protección internacional, sino cualquier persona de cualquier país del mundo que está en una situación de persecución.”, explica.

 
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