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Un millar de personas disfrutan de Zenet y Chucho Valdés en Festival del Castillo de Aínsa

Chucho Valdés y Zenet abrumaron al público que disfrutó de estos dos conciertos en un marco incomparable 

“Buenas noches, ¿gozamos o no gozamos?”. Así irrumpía en el escenario el pianista, compositor y arreglista cubano Chucho Valdés este pasado sábado en la explanada del Castillo de Aínsa. Ante la inmediata respuesta afirmativa del público comenzaron a sonar los temas, sin apenas pausa, subiendo paulatinamente la intensidad y haciendo que los 600 asistentes se viesen obligados a bailar sentados los estimulantes ritmos latinos que emergían de las manos del mago del piano. Un día anterior y abriendo boca actuaba el artista Zenet que congregaba a unas 400 personas que disfrutaban de su picardía musical.

El artista venía acompañado de sus músicos habituales. Georvis Pico Milian en la batería, Reinier Elizarde Ruano al contrabajo y Pedro Pablo Rodríguez Mireles en la percusión, completaban la excepcional atmósfera musical que la lluvia, a mitad de concierto, no fue capaz de interrumpir. Posiblemente ni los instrumentistas fueron conscientes de la efímera adversidad meteorológica, tan ensimismados que estaban acariciando y pulsando con tesón sus preciadas herramientas.

Hubo tiempo para rendir tributos, hacer un guiño a Mozart, sorprender con solos (mostrando por ejemplo el dominio del contrabajista) o despertar frecuentemente la necesidad, tan adormilada en época de pandemia, de moverse, esta vez al compás de un tango a la cubana. Porque así hace las cosas Chucho Valdés, “a la cubana”, como no se cansaba de repetir, recibiendo en cada mínima intervención verbal el cariño de los asistentes.

La explanada del Castillo fue testigo de una mágica velada veraniega de la que disfrutaron alrededor de 400 asistentes. Todos los factores posibles para que la noche saliese a pedir de boca confluyeron este viernes en el arranque del segundo fin de semana del festival: la distribución del público, cuidadosamente repartido en mesas y grada, la climatología suave y la sobresaliente calidad de la música de Zenet y su banda ensamblaron con la precisión que la ocasión requería.

Zenet iniciaba el espectáculo echando mano de algunos temas recogidos en La Guapería, un trabajo de 2019 integrado por versiones de boleros cubanos antiguos que logró recoger muy buenas críticas. Tanto es así que el disco en cuestión atesora el premio a Mejor Álbum de Jazz de 2020 y el Premio Internacional Cubadisco 2019. “Había que dejar un poco de guapería nuestra en Huesca”, justificaba el malagueño, a la par que compartía la emoción de haber descubierto, durante la elaboración del proyecto, a cantantes de la talla de Marta Valdés o Nelson Pinedo. De éste último, precisamente, desempolvaba el tema “Borrasca” explicando que la música puede servir para muchas cosas, entre otras “para recetarla en ciertos momentos de la vida”.

Zenetianos, como así se llama el reciente trabajo publicado, tuvo también su esperado protagonismo. El nombre llama la atención porque, tal y como reconocen sus valedores, puede sonar a marciano, pero en realidad no es otra cosa que el ecosistema de Zenet ampliado. En ese mundo sonoro tan singular, tan suyo, ha dado cabida a una quincena de artistas que han aportado un toque divergente a temas de su repertorio más querido. Vanesa Martín, Xoel López, Coque Malla, Marwan o Pasión Vega han sido algunos de ellos.

También El Kanka formó parte de la iniciativa surgida al calor de la incipiente primavera. En la noche del viernes recuperó “Me gustas”, el tema regrabado en formato acústico con su paisano, o “Un beso de esos”, que en Zenetianos canta acompañado de la aclamada Rozalén. Otro instante muy especial se produjo cuando la banda se disponía a ofrecer la canción “Entre tu balcón y mi ventana”. “Esta canción os la dedico a todos. Se convirtió en la canción del confinamiento, del universo que puede haber en tan solo una calle de dos metros. Que no se nos olvide lo sencillo”.

Con la simpatía que le caracteriza, el vocalista bailó solos, sonrió con picardía a los espectadores y manifestó en numerosas ocasiones el placer que le producía estar en un “marco incomparable” como el de la villa medieval. Finalizaba el encantamiento musical cerca de la media noche recurriendo a “Soñar Contigo” y el público levantándose para aplaudir un concierto a la altura de las expectativas generadas.

 
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