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Reloj no pares las horas

Cristina Pérez

Todo es posible ya. Ya ven. Nos tragamos sesenta minutos como el que no quiere la cosa. Una hora que desaparece y que, aseguran, ya la disfrutamos en el pasado mes de octubre. Así que, aunque no nos acordamos ahora de ese regalo extra, habrá que asumir que vamos a andar el fin de semana con una hora de menos.

¿La echará en falta?, ¿la piensa recuperar viviendo más deprisa, desdoblando los segundos?, ¿pasa del tema porque a esas horas usted estará peleando con su subconsciente?, ¿está convencido de que la única molestia va a ser la de cambiar el reloj de pulsera, el del microondas, el del salón, el del coche, el del despertador, el del video, el del dvd, el del niño....?...

A Maruja, que anda por los ochenta, quitarle una hora de sueño, hasta lo va a agradecer, total para lo que duerme...es más hasta estará despierta para llevar a cabo el extraño rito de trastocar el tiempo, de adelantar una hora a su reloj de pulsera. A Pablito también le dará lo mismo. A mamá ya no tanto. Porque el, tendrá hambre a la hora que el estómago quiera, aunque mamá andará más despistada porque el sueño se le acumulará de la última toma del pecho.

Por lo demás, el bolero de Lucho Gatica, cobrará cada vez más sentido. Lo impensable existe. El reloj es capaz de parar una hora y darle marcha atrás, o de adelantar las manillas. La verdad es que tiene poco de poético, más bien tiene mucho de pragmático, pero esto es así. Los poetas andan despistados , desde el mismo momento en que las metáforas pueden ser reales; algunos científicos también, el resto, como siempre , intentando cogerle el paso a estas situaciones que se imponen y con las que hay que convivir, a pesar del despiste.

 
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