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Anita

Cristina Pérez

Anita tiene alma de niña pequeña y cuerpo de mujer. Anita te mira y te regala toda su inocencia, lo que sucede es que, a Anita, no le crece a la vez el interior y el exterior. Y, aunque las vecinas miran con pena a su madre, aunque los niños del barrio no saben cómo jugar con ella, aunque tiene que ir a un cole diferente, Anita es la mar de feliz.

Anita vuela por su mundo y se sumerge en el cielo amarillo que ha pintado con acuarelas o en el pompón de lana que acaba de dejar durmiendo en la mesa de manualidades y nada en el río violeta que surca el belén de plastilina que nace en la montaña de papel de plata y muere donde los pastores.

Anita, sólo tiene una discapacidad. Está discapacitada para ver el mundo como los demás. Sólo es eso. Ella dedica su atención vital a cuestiones diferentes. Por ejemplo, donde su madre ve prisas, estrés y agobios, Anita ve luces, movimiento y la posibilidad de conocer gente, gente que le sonrie porque ni siquiera tienen tiempo de parar a hablar con ella.

Anita no piensa en el futuro. Su madre si. Anita ni siquiera se plantea si, en el mañana, su madre seguirá con ella porque , Anita, se cree que su madre es eterna. Y su madre sí piensa en el mañana y en el pasado mañana y ene se día en el que, Anita, no la encuentre en la parada del autobús cuando viene de su cole; ese día en el que su madre no esté para llenarle la cara de besos por las mañanas, Anita no piensa si un día, tendrá que prescindir de ese momento en que mamá le peina el pelo despacio y la llama guapa. Mamá si lo piensa. Y mamá sí imagina cómo podrá ser ese día , ese día de Anita sin mamá.

De momento Anita sigue regalando su sonrisa clara a quien la quiera recibir. SI usted es capaz de recoger toda la ternura que se esconde en su risa, si es capaz, se dará cuenta que para vivir sólo es necesario entusiasmo y, sobre todo ganas, ganas de vivir

 
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