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Ese señor del bar

María Iglesias

Hay veces que te sientes impotente, no sabes que hacer, como reaccionar, que decir o que no decir... Ves como el dinero se va, no sólo el suyo, sino el de sus padres, amigos, novia o mujer, sueldo... Y no puedes hacer nada. Controla cada bar, cada movimiento, y ves como se levanta de un salto para correr hacia las luces y pulsar el botón. Hablo de los jugadores, mejor dicho ludópatas. Muchas veces se ha visto en películas como dos personas riñen por una moneda, el saber quién la hecha... bueno pues otra historia no muy diferente se puede ver en un bar.

Un señor lleva horas jugando a la máquina, cuando va a echar mano al bolsillo, comprueba atónito que no tiene ni un céntimo más. Muchos abandonarían, se irían a casa tranquilos y mañana sería otro día. Bueno, este señor no se conforma con que su suerte no llegue hoy, así que con decisión se levanta apaga la máquina, mira a todo el bar y se le oye decir ?que nadie toque esta máquina hasta que yo vuelva?, no ha hecho falta continuar la frase, pero todos en sus cabezas han oído ?o tendrá problemas conmigo?. Al cabo de 15 minutos, tiempo que le ha costado ir al cajero y volver, vuelve a aparecer ese hombre por la puerta, cambia varios billetes, coge su banqueta y vuelve al juego hasta que el bar da su hora de cierre. Al día siguiente a la misma hora vuelve a aparecer, su máquina parece reservada, casi nadie juega en ella, no tiene tantas luces como las nuevas, pero si esas ruletas con su fresa, su limón y sus campanas. Tras varias horas de juego a su compañero de al lado le toca un premio, él... se mira indignado, en su mente piensa ¿por qué a él y no a mi?. Cuando éste se levanta y se va, nuestro hombre saca de su bolsillo una moneda, se coloca entre las dos máquinas y prueba suerte en su nueva ?compañera?... Ahora ya no reservará una máquina, ahora reservará dos... No es un ritual, pero si una rutina, no es un jugador, es un ludópata. Hoy o ha ganado, puede que mañana si, pero... ¿a qué precio?

El control de las máquinas tragaperras es un hábito que no se aprecia, el saber cuando ha dado el último premio, cuantas jugadas han pasado y el saber cuando va a ser la próxima vez que toque, es todo estadística, y les aseguro que no siempre funciona.

Espero que nunca se hayan visto en una situación así, y si lo han sufrido entenderán lo que se siente. Intentas por todos los medios que esas luces, que los sonidos del bingo y de las tragaperras no lleguen a sus oídos y ojos, pero son más fuertes que tu voz, son más fuertes que tus palabras, son más fuertes que los pensamientos. Ves como poco a poco esa persona que aprecias se va introduciendo en un círculo que le destruye, puede que no físicamente, pero sí mental. El juego es una droga, y digo bien porque es adicto, provoca ansiedad y muchas veces incluso agresividad.

 
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