Éxito del concierto de la boliviana Luzmila Carpio
El concierto de la cantante boliviana Luzmila Carpio fue un baño de espiritualidad en medio del fragor electrónico de esta semana dedicada a Latinoamérica.
La señora Carpio entiende la música en un sentido que se perdió en Europa ?salvo contadas excepciones- hace mucho tiempo. La vocación de su canto es ritual, una ceremonia de gracias y peticiones a la Madre Tierra (Pachamama, según la llaman aymaras y quechuas).
Acompañada de Santiago ?Piki? Murillo y de Joel Flores, que emplearon instrumentos estacionales (tambores, quenas y labutas), que varían con los ciclos agrícolas, Luzmila desplegó toda suerte de florituras vocales, que rivalizaban con los tonos más agudos de las flautas: la caña hablaba y Luzmila respondía, como si de una sinfonía concertante se tratara.
Semejante despliegue de medios vocales quedó especialmente patente en algunos temas, como ?El lenguaje de los pájaros?, en el que Luzmila imitó la voz de varias aves. Y es que el significado profundo de su último disco ?Kuntur maliku? (el gran cóndor) es la de asociarse al gran planeador andino en su capacidad de comunicador privilegiado entre el cielo y la tierra. Propuesta que puede parecer pretenciosa en un primer momento, pero que la señora Carpio ofrece con la humildad de quien sabe compartir su don (esa maravillosa voz que abarca varias escalas) con el respetable.
El público, que escuchó asombrado los primeros compases de esos cantos, danzas y ritmos casi hipnóticos, aplaudió a rabiar todos los temas del trío boliviano, arrancándole dos bises no menos intensos que el repertorio de partida. Unas 300 personas ?conocedoras e ignorantes del arte de la andina- que se fueron con la sensación de haber asistido a un ritual de magia e invocación que ya sólo existe, en este lado del mundo, en los cuentos y leyendas tradicionales.