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La montaña en verano, sinónimo de masificación y cambio de imagen

El verano llega un poco más tarde a la alta montaña, con relación a otros terrenos. El calendario marca que el día 21 de junio comienza la estación estival, sin embargo los rayos de sol todavía tardarán en fundir las últimas nieves del invierno. La llegada del verano motiva el cambio de imagen de la montaña.

Temperaturas más agradables, una mayor presencia de personas, ríos cargados del agua del deshielo, la flora en su estado puro... sirven para atrapar al caminante y al montañero en su afán por conquistar cualquier cima, por accesible que sea. Pero también sepamos qué tipo de peligros entraña la montaña en verano

Lo más recomendable es madrugar, salir cuanto antes a la montaña. Deberemos ir provistos de una mochila donde guardaremos la bebida y la comida, y también un chubasquero por si nos sorprende la lluvia. Ir lo más cómodamente vestidos y, sobre todo, ponernos botas con las que proteger nuestros pies, nunca zapatillas. No debemos olvidar que para atacar una cima pirenaica, por sencilla que parezca, hay que tomar una mínimas precauciones que garanticen una excursión placentera.

En reiteradas ocasiones se mezcla el riesgo, la inexperiencia o el desconocimiento del terreno, con la ansiedad por alcanzar determinadas metas. Es cuando aparece el deseo por experimentar de cerca la aventura. ¿Pero hay que estar bien preparados físicamente?

Lo importante es conocer nuestras limitaciones, el terreno por el que vamos a estar, pero sobre todo, ir con la persona o personas adecuadas. La experiencia le da a uno la seguridad, y es por ello, que ante una situación complicada, será un experto quién tenga la última palabra. Es fundamental el papel que desempeña un Guía de montaña.

 
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