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Leer o no leer, ¿una cuestión de mujeres?

Seamos justos, la verdad es que dar una respuesta afirmativa a la pregunta sería más que un atrevimiento, lo que sí parece real es que las mujeres leen más.

Según una reciente estadística, en estos momentos, las mujeres leen más que los hombres (el 43% de las mujeres se consideran aficionadas a la lectura, contra el 38% de los hombres) y es interesante y esperanzador, señalar que las mujeres jóvenes leen aún más, ya que en la franja de población de 18 a 29 años, la cifra de lectores hombres se mantiene en el 38%, mientras que la de las mujeres es del 58%. O sea que, cifras en mano, actualmente el número de mujeres lectoras ha aumentado, es mayor que el de hombres lectores y, además, sigue en aumento.

No es nuevo que las mujeres lean y sean grandes lectoras, lo que es realmente nuevo es que este fenómeno se plasme y reconozca en las estadísticas. Naturalmente, al ser las mujeres la parte más importante del público lector potencial, el fenómeno también empieza a ser tenido en cuenta por las editoriales, que han puesto en marcha una especie de marketing adaptado. Así, entre las obras de mayor éxito, últimamente siempre hay alguna obra escrita por una mujer.

La literatura está a la orden del día, no escapa a los fenómenos sociológicos que ocurren a su alrededor y será interesante observar dentro de unos años las repercusiones que esta mayoría de mujeres lectoras haya podido provocar en la orientación de los gustos y, en consecuencia, en la producción literaria.

Como de momento no tenemos poderes de adivinación, tenemos que reconocer que aún es demasiado pronto para observar y, por ende conocer, la influencia que pueda ejercer el público lector femenino sobre las mujeres escritoras. Por ahora, lo único que está en nuestras manos, es referirnos a las transformaciones experimentadas por nuestra sociedad para entender por qué el número de mujeres que escriben y leen ha crecido.

De todos los cambios palpables, hay que destacar uno fundamental: el acceso masivo de las mujeres a la educación básica, media y superior, o sea, la escolarización masiva y total de las mujeres, que ha representado el fin del analfabetismo.

Todo ello desemboca en un nuevo perfil femenino que cada día está más extendido: mujer con estudios medios (muchas veces superiores) hija de otra mujer que ya a su vez no es analfabeta.

Las mujeres españolas empiezan a disponer de tiempo y de espacio para ellas, y están empezando a recuperar los momentos que se dedican sólo a ellas, a sus aficiones, como pueden ser escribir y a leer.

Ahora viene la reflexión ¿La cantidad de mujeres lectoras ha cambiado el panorama literario? ¿se trata de una moda? Esperemos que no. Las modas pasan y sin embargo, las oportunidades hay que aprovecharlas. La mujer ha cogido el tren de la literatura, y paso a paso, estación a estación, va haciendo camino.

Parece que por fin, y hablamos de libros, las mujeres están dejando de ser Bernardas Albas o Regentas y podemos encontrar una gama más amplia. Personajes que están aprendiendo a desenvolverse entre modelos afectivos del pasado y las nuevas tecnologías, que conducen su propio coche, hablan por teléfonos móviles, necesitan y desean a los hombres y al mismo tiempo se protegen de ellos. Por concluir, heroínas de la vida cotidiana, que con su comportamiento reflejan el papel de la mujer del siglo XXI, ya lo saben una mujer que lee y escribe.

 
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