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Cartas al director: Comunicado ante el Día Internacional contra la violencia de género

FEACCU-HUESCA

No hay mejor celebración que la que no debe recordarse: el día en que no sea preciso acudir a un día contra la violencia de género querrá decir que no existe. Lo malo es que, vista la situación actual, tenemos que seguir recordando que sigue activa.

Lejos de erradicarse la violencia contra las mujeres por su condición de tales, los medios de comunicación social siguen haciéndose eco de atentados, violaciones y muertes violentas de forma excesivamente periódica. No importa la raza, la religión o la condición social, en todas partes hay hombres que se convierten en fiscales, jueces y verdugos. La acusada y ajusticiada poco puede hacer ante semejante despliegue de violencia y sucumbe, generalmente, ante el desconocimiento de su entorno o el apoyo escaso, aunque sea creciente, de la Administración frente a las denuncias que recibe de las afectadas. Para que esto cambie, es preciso un profundo cambio en el conjunto de la sociedad y en sus esquemas mentales.

La violencia física es llamativa. No se puede disimular. Pero no es la única. La violencia psicológica que excluye no es nítida para el conjunto de la sociedad, pero existe. Ningún tipo de violencia es defendible, pero la que atenta contra los principios de la persona, porque impide en tu proyecto vital el acceso a las decisiones que influyen en la sociedad y su devenir, es impensable en el siglo XXI. Pero existe. Es ejercida por hombres que subestiman la capacidad de la mujer.

Es una violencia sutil, porque no es visible a simple vista. Es difícil de erradicar porque las personas, especialmente las más jóvenes, se mueven en una constante inestabilidad en sus proyectos personales y laborales. La sociedad actual les niega una estabilidad que les permita fijar sus planteamientos de forma sólida y defenderlos desde una plataforma segura. La provisionalidad del mercado laboral afecta a todos, pero más a las mujeres.

El camino es lento porque los prejuicios están anclados en los estratos más profundos de nuestro subconsciente y es precisa una ardua tarea de reeducación para lograr cambios cualitativos. Pero la dificultad del desafío no debe suponer ninguna cesión a la situación actual para que se mantenga por más tiempo. Todas las horas, todos los días en un esfuerzo constante y sin ceder un ápice a nuestro objetivo de erradicar la violencia de género, en cualquiera de sus manifestaciones.

 
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