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Fantasía y superstición en la tradición oral del Alto Aragón

El Alto Aragón cuenta con un importante acervo cultural y un patrimonio intangible, áquel que se transmite de generación en generación a través de la tradición oral y que se materializa en leyendas, creencias, supersticiones, refranes o dichos que son el origen de topónimos y representaciones artísticas de lo más variado.

De este mundo mágico y misterioso es un gran conocedor el costumbrista José Antonio Adell quien, junto a Celedonio García, forman uno de los tándems más prolíficos de la producción literaria aragonesa actual.

Universos de otras épocas y de distintas dimensiones se dan cita en las conferencias que ofrecen a lo largo y ancho de nuestra Comunidad Autónoma en localidades como Alcañiz, Tarazona, Ejea de los Caballeros, Monzón o Barbastro, donde José Antonio Adell hablará sobre los seres mágicos de Aragón en el marco de las próximas fiestas de San Ramón.

Un recorrido por la memoria y plagado de elementos oníricos que nos remontan al fogaril y a las charradas al abrigo de la lumbre en cualquier valle del Pirineo o el Prepirineo aragonés.

Historias de brujas como la de Dominica ?La coja? de Pozán de Vero; Margarita Escudero y Juana Bardají, de Tamarite; la bruja Maud, de Biescas o Urganda de Fraga, que tienen su reflejo en numerosos parajes con topónimos como la Peña de las Brujas, en Plan; la placeta de las Bruixas, en Tamarite; la cueva de las Brujas, en Villanúa; el camino de las Brujas, de Binéfar o el Aventador de Brujas, en Ontiñena.

Una serie de leyendas en las que se entremezclan los autos del Tribunal de la Inquisición y la fantasía y el folklóre populares.

Dragones, serpientes, sacamantecas, y hadas conforman también este mundo irreal cuya existencia todos hemos anhelado en algún momento.

Hadas que reinan en nuestros bosques, fuentes, ríos o cuevas y que reciben el nombre de ?encantarias? en comarcas como la Ribagorza, donde se dice que sólo recuperan su forma humana en la noche de San Juan. Cuenta la leyenda que hoy en día, si alguien desea ver a una de estas ?encantarias? no tiene más que visitar el ibón de la Balsamora, en el valle de Chistau, donde antes del amanecer aparece una princesa mora rodeada de serpientes que realiza una danza antes de sumergirse de nuevo hasta el año siguiente. Dicen los lugareños que, aquellos que no la ven, no tienen el corazón limpio.

Y por supuesto, no podían faltar los duendes que todo lo trastocan y son especialmente hábiles en hacer desaparecer diferentes objetos. En Aragón también llamados nemos, encontramos ejemplos como el duende de Zaidín.

Mención aparte merecen los diablillos (diaperons en la Ribagorza) que aparecen en retablos, como el de San Miguel Arcangel de Tamarite; en dances, como los de Monegros o la Morisma de Aínsa y, por supuesto, en la toponimia con ejemplos tan claros como el Camino del Diablo, en Fraga; las Cuevas del Diablo, las fuentes del Diablo, los Picos del Infierno o los puentes del Diablo, de los que hay numerosos casos en localidades como Biescas, Lanuza, Huesca, Olvena o Mediano.

En casi todos los casos se cuenta una historia similar: el diablo construye el puente en una noche y los vecinos, para evitar la desgracia que se avecina, impiden su terminación, por lo que a casi todos les falta la última piedra.

Se habla también por estos lares de endemoniados y lugares de curación como Santa Orosia en Jaca o San Ramón en Ponzano, donde dos mujeres, Romana de Cano y Petra de Cantán esconjuraba a estos diablos.

Especialmente hábiles en estas lides son los herreros, ya que han sido innumerables los casos en los que, según la tradición popular, lograban engañar al diablo, como se dice que ocurrió en la población de Serraduy.

Qué decir de los gigantes, sobre todo en los Valles de Hecho y Ansó y en el de Tena. Protectores de los bosques, levantaban las iras de los pastores que les acusaban de los robos de ganado.

Reseñable es el caso de Silván de Tella, que pasó de hurtar ovejas a los pastores a enamorarse de una de este gremio, Marieta. Gigantes que explican también la orografía de algunas zonas, como es el caso de la Sierra de Guara.

Este recorrido por el mundo de la realidad y la fantasía refleja creencias tan arraigadas como la relativa a la sanación de los niños herniados, a los que hacían pasar entre las ramas de un roble al tiempo que se decía: ?tómalo Pedro, dámelo Juan. Herniado te lo doy, sano te lo devuelvo?.

También encontramos danzas de la fertilidad, procesiones de ánimas (la de las Almetas, en La Fueva) o de Semana Santa, como ?el paso de la Muerte? que protagonizaba la procesión de Viernes Santo en Huesca con un paso en el que aparecía la imagen del ángel exterminador y un esqueleto que simbolizaba la muerte. Se cuenta de ésta última, que los vecinos de Huesca evitaban que el paso se detuviese frente a sus puertas, ya que existía la creencia de que si lo hacía, se produciría una desgracia en esa casa.

 
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