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Mil y una sorpresas.

Esther Puisac

Nadie, a excepción de técnicos y expertos, suele saberse el número de carretera por la que circula. Uno busca el camino más corto y cómodo para desplazarse de un lugar a otro, y por ése va. No pasa lo mismo con la nacional 240, una carretera conocida por su número, y sobre todo por su peligrosidad.

Y es que viajar por la nacional 240, es como ir a un parque de atracciones, con el aliciente de que nunca sabes si vas a encontrar una nueva diversión. Camiones rápidos, lentos, con material peligroso, o con paja o grano que cae al firme y te hace resbalar. Te puede tocar delante el autobús de línea, o de esos grandes vehículos que te guiñan el intermitente para que adelantes, pensando que eres de la misma familia Kamikaze del Japón. Entre los entretenimientos también puedes engatusar a los niños haciendo que se aprendan todos los modelos de tractor, mayoritariamente de unas épocas que ni el propio Ford recuerda haber fabricado.

¡Y qué me dicen de esos estupendos toboganes que pueden provocar horas de atasco!. Esos enormes camiones que transportan vigas especiales de varios metros de longitud que obligan a mentar al santo Job.

También puedes contar algunos bólidos, que, confundidos con Montmeló, se lanzan en los adelantamientos, con la única intención de estar justo delante de ti en el próximo semáforo correspondiente a la siguiente travesía. Y hay quien presume de hacer el recorrido Huesca- Barbastro en tan solo 18 minutos.

Y todo ello junto a las subidas, las bajadas, los baches y los reparcheos, la deficiente pintura en algunos lugares, las travesías por pueblos y ciudades, las curvas, los domingueros.

Y mientras se pide autovía, nos la dan, la construyen y cortan la cinta, lo único que nos queda es utilizar la lógica, y el manual de conducir. Que hay cierta culpa en los condicionantes exteriores puede ser cierto, pero también lo está en el pie derecho de los conductores, que en ocasiones creen estar en plena autopista. Piense que no puede jugarse el tipo, añadiendo a todos estos ingredientes uno más: la velocidad.

De todos modos, y a quien corresponda, la legión de sufridores de la nacional 240 demanda que entre los dimes y diretes, estudios y previsiones, no estaría mal poner alguna tirita y algo de oxígeno al enfermo.

 
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