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¿Quién lo entiende?

Nuria Garcés

Si hace un par de años, edificios como el Palacio de Villahermosa o la casa Aísa, afectados por la ruina y el abandono, se hubieran caído, todos nos habríamos llevado las manos a la cabeza. Habríamos lamentado la pérdida de estas dos históricas construcciones, y vía libre para hacer algo de provecho en los solares que hubieran quedado. La dirección general de Patrimonio nunca instó a que se adoptasen medidas para evitar esa situación.

Pero, afortunadamente (o no), no ha sido el caso. Los edificios, mal que bien, han ido resistiendo el paso del tiempo y se han dejado finalmente querer por dos entidades de ahorro, que han buscado proyectos de futuro para ellos. En el caso de Villahermosa, Ibercaja desea instalar allí su centro cultural y de formación. En la casa Aísa, la CAI construirá, junto al Gobierno de Aragón y al ayuntamiento de Huesca, un centro de día para la tercera edad.

Pero lo que hasta ahora había sido ruina, olvido y abandono, se ha convertido en bandera de los responsables regionales del Patrimonio. Y el afán por mantener las fachadas en ambos edificios ha supuesto un importante incremento de los presupuestos, (cifrado en varias decenas de millones de pesetas), cuando no, en el caso de Ibercaja, una modificación de su proyecto, perdiendo casi 400 plazas de un salón de actos que, ubicado en el centro de la ciudad, hubiese sido realmente importante.

Cuando, por lo menos en Villahermosa, los expertos ponen en duda la autenticidad u originalidad de la fachada, pensamos en los tan traídos y llevados (y desaparecidos) arquillos del palacio de los Abarca, hoy edificio Simeón. ¿Quién se acuerda de ellos?. Es loable que estas entidades sigan abanderando sus proyectos y no hayan tirado la toalla, esperando que el tiempo acabe por hacer lo que no les permite Patrimonio.

 
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