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La otra inmigración

Nuria Garcés

El 80% de los alumnos que estudian en el campus de Huesca no son de Huesca. Dicho así, parece incluso simpático, pero estamos ante un fenómeno importante. Más de 3.000 chicos y chicas, venidos desde todos los puntos de España y también del extranjero, llegan hasta la capital oscense a pasar su curso escolar. Dice la vicerrectora que, además, los que llegan aquí a hacer un año, acaban quedándose. Será porque encuentran una ciudad accesible, amable, pequeña... Ideal para vivir y para estudiar, vaya.

El caso es que deberíamos pensar, tal vez, un poco más en todos esos jóvenes. Que no sólo son chavales que llegan a las aulas de los distintos centros a estudiar, que también. Es que viven en residencias, hostales o pisos. Desayunan, comen y cenan. Se visten. Van al cine. Van también de marcha. Leen, escriben, utilizan el ordenador, en fin, cosas de su edad. Son un importante contingente de personas que tienen toda una serie de gastos en la ciudad.

Desde hace tiempo, esta ciudad apuesta, aunque sin una decidida convicción, por convertirse en una ciudad universitaria. Y hace bien, aunque debería ofrecer más alternativas de ocio o más posibilidades para los jóvenes, que siempre se quejan de las limitaciones de una ciudad pequeña.

Por otro lado, es triste ver cómo hay verdadero interés por venir aquí. Que haya una lista de espera de más de 900 personas para estudiar medicina, o de varios cientos más para otras titulaciones como Enfermería, Dietética y Nutrición, Ciencias de la Salud y el Deporte, etc., y no tengamos más plazas es una pena. ¿Han pensado en lo que sería esta ciudad con 2 ó 3.000 estudiantes más? Se dejarían notar, seguro.

 
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