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Cartas al Director: “Luces por Etiopía”

Teresa López ( desde Etiopía?)

El Día de Navidad, Tarikua se despertará sin saber que en más de medio mundo es Navidad. No en Etiopía, su país, donde, de acuerdo con su calendario, la Navidad, tardará todavía tres semanas en llegar. La Navidad, cuando llegue, no traerá regalos, pero sí cantos y bailes en las iglesias católicas y ortodoxas del país.

El 25 de Diciembre, Tarikua se despertará, como siempre, antes de que salga el sol. En su pequeña casa de barro, donde vive con su tía y su primo, el frío de las noches del altiplano etíope reinará todavía en la pequeña estancia. Tarikua tiene ocho años y hace tres meses decidió dejarse morir. No conscientemente -los niños no buscan la muerte-, no con un gran acto, sino poco a poco. El día que Tarikua escuchó que su madre había muerto en aquel hospital al que la habían llevado hacía ya algún tiempo, ella decidió que iría a buscarla. Y dejó de comer. Y empezó a adelgazar, como le había pasado a su madre. Y se puso enferma, como lo había estado su madre.

Por suerte, las monjas que viven cerca de nuestra misión salesiana, alertadas por nosotros de que Tarikua había dejado de venir a nuestro centro, fueron a buscarla. Y la besaron, y la cogieron en brazos, como hacía su madre. Y Tarikua volvió a comer. Por eso, el día de Navidad, Tarikua se despertará y tal vez ni se acuerde de que volvió a soñar con su madre, como me cuenta muchas veces que le pasa.

Saldrá de casa y en la calle se encontrará con otros niños de su misma clase, con otros niños que vienen al centro de acogida de los salesianos en Mekanissa, en la periferia de Addis Abeba. Con otros niños huérfanos, como ella. Niños que a lo mejor a esa temprana hora están ya acompañando a sus madres a mendigar, como lo hacía antes Tarikua con la suya.

Yo la veré llegar, un poco antes de las ocho. Se acercará y, sin decir nada, como cada día, cogerá mi mano. Se quedará pegada a mí hasta que entre en las clases de alfabetización a las que va, donde aprende a leer y escribir. Sabe que tiene que recuperar el tiempo que pasó enferma si quiere empezar la escuela el año que viene. A la hora de comer, vendrá a enseñarme el plato vacío y a decirme que se lo ha comido todo. Le sonreiré, como siempre. Sé ya que se ha comido todo porque la he observado de pasada. También nuestra cocinera la vigila.

Pasará el día de Navidad aprendiendo, jugando y riendo. Hace tres meses, cuando volvió todavía con medicación para la tuberculosis, parecía imposible que volviera a sonreír. Con la cabeza completamente pelada para combatir la tiña que se había adueñado de ella y sus grandes ojos perdidos en las cuencas circundadas por grandes ojeras, Tarikua se había olvidado de jugar y miraba impasible como sus amigas trataban de revivirla.

El día de Navidad Tarikua volverá a estrenar sonrisa y juegos. El pelo le ha crecido ya un poco, todavía ralo y un poco más claro que antes. Le daré las vitaminas que aún toma y, cuando la vea marchar por la tarde, le diré ese "nos vemos mañana", que es al mismo tiempo exigencia, esperanza, futuro y oración. El día de Navidad Tarikua no tendrá regalos. Yo recibiré, espero, uno muy especial: su presencia entre los 270 niños que cada día vienen a nuestro centro.

Luces por Etiopía en colaboración con la Parroquia de María Auxiliadora de Huesca. Colaboraciones y ayudas en el Banco Popular : 0075.0196.14.0600432580

Feliz Navidad.

 
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