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Huesca despide, emocionada, a Juan Pablo II

Una Catedral de Huesca, abarrotada de fieles, de todas las edades, acogía en la tarde-noche de este lunes la misa exequial, organizada por la diócesis de Huesca, para despedir al Papa Juan Pablo II, que fallecía en Roma el pasado sábado. Medio centenar de sacerdotes concelebraban la misa, junto al Obispo, Jesús Sanz, quien recordaba, en una bella homilía, los perfiles más destacados del fallecido pontífice.

Una fotografía del Papa, de grandes dimensiones y con las fechas del inicio y el final de su pontificado, presidía el altar mayor de la Catedral, junto a un gran centro de claveles rojos. En los lugares preferentes, el ayuntamiento en pleno, con todos los concejales portando la banda roja, además del Subdelegado del Gobierno, Delegado territorial de la DGA, diputados provinciales y otras autoridades civiles, militares y académicas. Una procesión abría la celebración. En ella participaban los seminaristas de la diócesis de Huesca, seguidos por un total de 52 sacerdotes, que concelebraban junto al Obispo, Jesús Sanz, que cerraba la peregrinación. Todos los sacerdotes llevaban la estola morada, propia de las misas de difuntos, mientras que el Obispo vestía de luto.

Tanto las lecturas, como el Evangelio o los cantos hacían referencia al momento de la muerte. En su homilía, el Obispo recordaba que hacía tiempo que el mundo no se convertía en una aldea tan global, que un hombre no reunía, a la hora de partir, tantos pañuelos de silencio. Indicaba asi mismo que Juan Pablo II, que tuvo una vida inabarcable desde los parámetros comunes, unió a gente de todas las religiones, clases y condición. Y hacía hincapié en que no era una estrella musical, ni un ídolo deportivo o un político; era un cristiano, un obispo que hoy concita todas las lágrimas, el pesar y la gratitud.

Jesús Sanz daba las gracias por lo que supuso su vida para la Iglesia y para la humanidad, y subrayaba varios perfiles muy importantes del pontífice fallecido: el haber sido hijo de Dios, un hombre que verdaderamente creía en Dios; un hombre que pidió perdón por los propios errores, excesos y omisiones; un hombre que destacó por hacer la Iglesia de los Santos, a los que no ha dejado de invocar, que quiso trabajar incansable por la unidad de los cristianos, tendiendo de manera especial una mano al pueblo judío, a quien pidió perdón por las omisiones, con ellos, de la Iglesia Católica. Y recordaba finalmente, que Juan Pablo II era un hijo de su tiempo, que quiso abrazar a cada ser humano, a cada pueblo, a cada hijo de Dios, y que fue principalmente destacable su sí a la Paz, como un grito incómodo, para quienes dicen no a la guerra desde su trinchera particular, y su sí a la vida; a la vida del no nacido, del anciano y del enfermo terminal.

El Obispo de Huesca y Jaca indicaba que la historia de Occidente en estos últimos 26 años no puede ser comprendida sin la personalidad de este gran Papa.

Jesús Sanz terminaba su homilía recordando las palabras del propio Juan Pablo II, cuando al inicio de su pontificado, se dirigía a los jóvenes diciéndoles: ?No tengáis miedo. Abrid de par en par las puertas a Cristo. Permitid a Cristo que hable al Hombre, dejad hablar a Dios. Sólo él tiene palabras de vida, de una vida que no acaba?. Tras ello, aseguraba que no nos queda sólo el dolor, sino también sus palabras y su magistero. Por ello, pedía para él el descanso eterno, mostrando su gratitud por el regalo que ha supuesto su vida.

Por otra parte, el Obispo también recordaba que Dios suscitará un nuevo Padre y Pastor, en la figura de un nuevo Papa, para seguir juntos la trayectoria de la historia.

 
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