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Cartas al director: La crispación en las relaciones laborales

Arancha García-Carpintero Broto.

Secretaria General CC.OO. U.C. Huesca.

El trabajo ocupa casi un tercio de nuestro tiempo, y es elemento de satisfacción o frustración para un importante número de personas.

Últimamente, y con frecuencia, los conflictos laborales son portada en la prensa, un hecho que no puede pasar desapercibido.

Cierres de empresas, negociaciones colectivas que se pierden en el tiempo y concluyen con Huelga, movilizaciones exigiendo dignidad y respeto al diálogo, demandas por despidos injustificados e ilegales, demandas por trato desigual y agresión a los derechos de libertad sindical, accidentes laborales que cuestan vidas, ? son algunos de los casos que hemos conocido en estos tiempos. Y no son fruto de una casualidad que se mezclen tantos conflictos, sino síntoma de un delicado momento: el desequilibrio del mercado laboral.

Se vive con naturalidad la exigencia patronal de horas extras, como parte obligada de la relación contractual; se permite que las funciones que se desempeñan no coincidan con las referidas en la nómina; se siguen firmando contratos eventuales evitando la antigüedad y el derecho que ésta plantea; se firman convenios que escasamente recuperan el poder adquisitivo, y un largo etcétera que demuestra, sin ninguna duda, que no son buenos tiempos.

En la balanza de las relaciones laborales no existe equilibrio, y el capital, como siempre, abusa de su condición, consiguiendo evitar el cumplimiento de la Ley, y el disfrute de unos derechos conquistados con el esfuerzo y la lucha de muchas personas. Y el miedo de la clase trabajadora, precisamente a perder el precario empleo, por el sometimiento a esta sociedad de consumo, que nos obliga a pagar ?religiosamente? las letras de nuestra vivienda, la comida o la ropa, consigue que se paralice nuestro espíritu de lucha, de justicia, en beneficio de potenciar, más si cabe, la posición de fuerza de la parte empresarial.

Pero esta situación de desequilibrio, de abuso de una parte frente a otra, se rompe al final del camino, como demuestra la permanente actividad y conflictividad laboral que vivimos. Y es un símbolo de crisis, preocupante, que casi a diario leamos que un colectivo está en movilización. La Paz social, tan aireada desde los poderes públicos, y suscrita por nuestras organizaciones sindicales, es una falsa realidad. Algunos y algo tienen que cambiar. Es necesario el respeto a los derechos laborales y a los trabajadores y trabajadoras, y es una obligación de los organismos públicos erradicar este abuso de poder existente en el mercado laboral. La clase trabajadora está despertando; la crispación en las relaciones laborales es hoy una triste realidad, no motivada por quien se defiende y lucha, sino por quien pretende aprovecharse, en exceso, de su situación de poder.

 
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