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Cartas al Director: EDUARDO KARCHER

Javier Gironella Falces

Acabo de despedirme de Eduardo Karcher, junto a otro gran numero de amigos. En los 74 kilómetros de regreso de Jaca a Huesca han desfilado los muchos años de mutua relación desde que yo llegue a la Perla del Pirineo allá por 1978, cuando Armando Abadía me invito a colaborar en el Festival Folklórico Internacional de los Pirineos.

Desde entonces ha pasado mucho tiempo, pero las vivencias siguen estando tan frescas como el mismo día que ocurrieron, porque el trabajo con Eduardo fue codo con codo, aprendiendo de un hombre culto, inteligente, políglota, resolutivo, sencillo en el trato y además de esos que comprende la labor del periodista, que no es cosa simple. Por eso, esta mañana me han llamado colegas de los cuatro puntos de España preguntándome por Karcher, como ellos lo conocían y lamentando su perdida, desde Cosme García Mir a Enrique Castells o José Maria Lorente, han expresado su pesar. Karcher, siempre tuvo solución para los múltiples problemas que los chicos de la canallesca le planteábamos en aquellos Gabinete de Prensa que tenían su sede en los sótanos del Palacio de Congresos y desde donde se informaba al mundo entero de los Festivales de Folklore, el Cine Deportiva, los Juegos del Pirineo, las Universiadas, o la Candidatura Olímpica, especialmente la del 98 donde Eduardo fue pieza fundamental.

Porque Karcher llega al Palacio de Congresos cuando este no era más que una idea en la mente de Armando Abadía, que supo captar que aquel tipo larguirucho, con gafas de miopía, pero con un don de idiomas y una paciencia infinita era el tipo idóneo para sacar adelante el proyecto. Y ahí esta, lo que el Palacio es hoy y lo que Jaca ha representado en el Alto Aragón en él ultimo tercio del siglo XX, es en buena parte obra de Eduardo Karcher, el rostro amable y la seriedad solvente de las acciones que se emprendían para situar a la ciudad en el mapamundi.

Hoy ha sido la despedida, no el adiós porque este nos lo dimos hace ya varios meses, cuando Eduardo me aceptó un almuerzo en ?La Cocina Aragonesa?. Allí con la tranquilidad del momento, en una conversación pausada, que no larga, porque Eduardo ya no estaba para gastronomías, hablamos de todas esas vivencias. Pero lo que más me impresiono fue la despedida. Yo me empeñaba en querer acompañarle hasta su casa, Eduardo me miro con la profundidad característica de sus ojos y me dijo: No Gironel-la, siempre me llamo así, las despedidas cortas y el adiós aquí. No hizo falta más.

Por eso hoy sin que nadie me viese, en la penumbra de la Catedral he tenido que apretarme el nudo de la corbata. Una corbata que he tenido que rebuscar en el baúl de los recuerdos y que estoy seguro que ha hecho sonreír a Eduardo mientras le decía a Armando: ?Este Gironel-la, no cambiara nunca?. Era la corbata que lucimos en tantos actos de promoción de Jaca 98.

 
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