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" Volúmenes Humanos" de Manuel Arcón, en el Centro Cultural de Ibercaja

Hasta el próximo 7 de junio se podrá ver en el Centro Cultural de Ibercaja de Huesca la obra de Manuel Arcón. Bajo el título «Volúmenes humanos», la muestra reúne treinta y seis piezas realizadas en materiales muy variados, mármoles de Carrara, de Portugal y de Tortosa; alabastro, maderas de abedul, de nogal, de olivo, de peral; piedra procedente de Calatorao, de Alicante, del Pirineo, arenisca de Salamanca y escayola. La esculturas están realizadas desde 1980 hasta 2003, salvo una pieza más antigua, "Penélope", creada en 1956.

Manuel Arcón es un artista indiscutible en el ámbito de la escultura figurativa en Aragón. Su obra monumental esta presente en calles y plazas de numerosas poblaciones de la Comunidad.

A partir de los años ochenta, etapa en que comienza la consolidación artística del escultor, se contempla en el trabajo de Manuel Arcón dos líneas bien definidas, una de tendencia figurativa centrada en la creación de cuerpos femeninos, despojados de naturalismo, con volúmenes simples y extraordinaria precisión compositiva, y otra tendencia no figurativa, en la que se mantienen los rasgos de concisión formal y esencialidad, pero con una concepción eminentemente constructiva. Numerosos ejemplos de ambas tendencias pueden verse en la exposición de Ibercaja.

LOS INICIOS DEL ESCULTOR

Manuel Arcón nació en Graus (Huesca) en 1928, pero desde muy joven residió en Zaragoza. Fue alumno de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de esta ciudad, a la vez que trabajaba como aprendiz en el taller del escultor zaragozano Felix Burriel, con quien colaboró en la creación de Monumento al ahorro (1943), que corona el edificio de Paseo Sagasta 2, en Zaragoza.

Durante los años cuarenta y cincuenta, Arcón tiene que enfrentarse en Zaragoza al problema de ser escultor en una sociedad escasamente sensible a la técnica de la escultura y se ve obligado a subsistir realizando, por encargo de una platería, modelos para medallas, figuras religiosas y diversos objetos. A mediados de los años sesenta Arcón talla en madera su primer paso procesional "La Eucaristía" para la localidad de Híjar (Teruel); a partir de entonces recibe numerosos encargos de figuras religiosas para iglesias como la de la madres Carmelitas de Zaragoza, entre otras.

A partir de los primeros años setenta se empieza a observar un proceso de cambio en aspectos políticos, sociales, culturales y artísticos. En 1973 Manuel Arcón recibe un nuevo encargo monumental que resultará decisivo en la orientación futura de su trabajo: una imponente figura de Santiago Apóstol, para la iglesia del mismo nombre, en Huesca. Cuatro metros y medio de altura, vigoroso geometrismo, sintética y rotunda, expresionista en algunos aspectos, esta obra definirá buena parte de su trabajo futuro.

CONSOLIDACIÓN Y RECONOCIMIENTO

Los años ochenta marcan el comienzo del afianzamiento definitivo de la trayectoria artística de Manuel Arcón. Sus obras se incluyen en muestras colectivas tan destacadas como "Panorama actual de la escultura aragonesa" (1982- Zaragoza y Alcañiz), o "Escultura Contemporánea Aragonesa a la Escuela", que en 1988 itineró por todo Aragón. La primera individual de su obra tuvo lugar en mayo de 1988 en la sala de la Escuela de Artes de Zaragoza y en 1990 se inaugura en el Palacio de la Aljafería de Zaragoza una gran muestra dedicada a toda su trayectoria profesional.

Manuel Arcón recibe desatacados encargos monumentales para plazas y calles. En 1991 realiza "Goya en el tendido" para la plaza de toros de Zaragoza, a la que siguieron monumentos como "Lavandera", ubicada en la Avenida de San José de Zaragoza; "Eduardo Jimeno", en la Plaza Ariño de Zaragoza; un medallón de Juan Pablo II, situado en la fachada de la Basílica del Pilar; "Baño de sol", en Sabiñánigo (Huesca) y "Canto a la vida", en Alcañiz (Teruel), por citar algunas.

Además de su faceta figurativa, desde los años ochenta Manuel Arcón comenzó a trabajar en obra no figurativa, en la que continua investigando incansablemente, con el objetivo de sintetizar y depurar al máximo la forma, el movimiento y los volúmenes, sin renunciar a los valores e impulsos humanistas que son consustanciales con su escultura.

 
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