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Cartas al Director: ante el primero de mayo, por unas sociedades más justas, dialogantes y solidarias

Juventud Obrera Cristiana (JOC),

Mujeres Trabajadoras Cristianas (MTC) y

Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC)

Los movimientos obreros de Acción Católica: JOC (Juventud Obrera Cristiana), MTC (Mujeres Trabajadoras Cristianas) y HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), en esta celebración universal, quieren sumarse al gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de todas y todos los trabajadores y sus familias, especialmente de quienes sufren la falta de empleo o soportan condiciones de trabajo que degradan su dignidad e imposibilitan una vida digna.

Desde la solidaridad con las familias que han sido víctimas del terrorismo acogemos con esperanza, el anuncio de alto el fuego permanente, que abre una nueva etapa de paz y convivencia.

El mundo obrero, y nosotros y nosotras con él, nos alegramos de los avances que, en nuestro país, recogen las estadísticas, durante este último año respecto a la creación de nuevos empleos (873.000), el número de afiliaciones a la Seguridad Social (18.238.966), el aumento, aunque leve, de los contratos indefinidos (18%), el descenso del paro (9,2%), los anteproyectos de «ley de igualdad» y de «atención a las personas en situación de dependencia», etc.

Junto a esas alegrías, constatamos la angustia, inseguridad y preocupación de 2.169.177 personas que sufren el paro forzado; la inestabilidad personal y familiar del 33 % del conjunto de trabajadores a causa de su forzado contrato temporal; la flexibilización generalizada del trabajo con su lacra de siniestralidad laboral; la economía sumergida, el crecimiento de las desigualdades sociales, etc. Al mismo tiempo, en Europa, asistimos con preocupación a los intentos de privatización de los servicios sociales ( directiva Bolkestein), a la imposición de leyes que precarizan más los contratos de los jóvenes, a la negociación, en nuestro país, de una reforma laboral a la defensiva, que va a afectar a la flexibilidad en la contratación, al coste de los despidos, las subcontratas, etc.

Estos acontecimientos, entre otros, ponen de manifiesto por dónde este sistema economicista pretende imponer su fundamentalismo, dejando en la cuneta a muchos millones de personas. Rechazamos esta cultura que hace ver como «normales» las situaciones de injusticia ya que «cualquier forma de materialismo o economicismo que intente reducir al trabajador a un mero instrumento de producción, deshumaniza la esencia del trabajo, porque la persona es la medida de la dignidad del trabajo»(Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 271).

El encarecimiento de la vivienda, de los alimentos, de los combustibles y energías, de los transportes, etc., junto al recorte de algunas prestaciones sociales y el consumo desmedido, están asfixiando las economías de muchas familias del mundo obrero, que a duras penas, pueden llegar a fin de mes.

Son las personas jóvenes, los emigrantes y las mujeres, los colectivos más afectados por esta lógica capitalista. Las dificultades que los jóvenes encuentran a su derecho a un trabajo y a «un techo» en condiciones dignas, les está impidiendo planificar y construir su vida personal y social; muchas mujeres viven la desigualdad en el trabajo, no pueden conciliar su vida familiar y laboral, y realizan una doble jornada laboral; otras son víctimas de trabajos serviles o de violencia doméstica; y muchos emigrantes viven en situación de precariedad y de pobreza, después de haber dejado su familia y su país, incluso con riesgo de sus vidas.

Esta situación, repercute especialmente en la familia. En este año en que la Iglesia va a celebrar el V Encuentro Mundial de las Familias, la militancia obrera cristiana quiere denunciar cómo la flexibilidad generalizada impuesta a los trabajadores y trabajadoras por las necesidades de producción y consumo está rompiendo la vida familiar.

La movilidad geográfica está impidiendo las relaciones familiares, culturales y sociales; la flexibilidad horaria impuesta está destruyendo el tiempo de vida familiar y social, dificultando la atención afectiva y formativa de los niños y niñas, y el cuidado de las personas mayores; la flexibilidad en los contratos y en los salariios hunden a las familias en el pozo de la incertidumbre ante necesidades inevitables como son: el pago de la hipoteca del piso o el alquiler, la comida, el transporte, los gastos fijos de consumo...

En este primero de mayo nos unimos, junto con la Iglesia, a todas las personas que permanecen fieles en un compromiso de servicio al mundo obrero en sindicatos, partidos, asociaciones, comités de empresa, etc., para mejorar las condiciones de vida y trabajo, e invitamos a participar en los actos que convoquen. Entre todos y todas, jóvenes y adultos, mujeres y hombres, creyentes o no, podremos poner las bases de una sociedad más justa para todos, las de una gran familia: la de los hijos e hijas de Dios. .

 
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