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Cartas al Director: Sentencia Increible

José Manuel N.Estimados amigos de Artieda y demás defensores de las tierras del río Aragón:

Firmar una Declaración de Impacto Ambiental favorable al recrecimiento, con la opinión contraria de los técnicos que la trabajaron y sin el Estudio de Impacto Ambiental requerido y oficialmente solicitado, no es un delito según la “ciencia” jurídica. Para el sentido común de los ciudadanos es algo que una sociedad no debería consentir, pues socava las bases de la convivencia y del buen funcionamiento de la administración pública.

La sentencia condenatoria para alguno de los encausados la esperaba casi todo el mundo, incluidos muchos defensores del recrecimiento. Ha sido una sorpresa para todos. Para nosotros y para ellos. Tras 20 años de partido, estamos en el último set, en la muerte súbita. Teníamos un match point a favor, una bola de partido, que no ha resultado ganadora. Todavía disponemos de dos o tres bolas más para conseguir la victoria: el recurso al Tribunal Supremo y los contenciosos administrativos, la vía que frenó el proyecto de Santaliestra. Si algo hemos aprendido tras veinte años de trabajo es que hay que ser persistente, que a veces el viento sopla de cola y otras de cara, pero no hay que dejar de pedalear. La sentencia ha sido un contratiempo que, quizás duele más, por inesperada y por su argumentación tan poco convincente. Pero sólo es un contratiempo más, como otros que hemos sorteado en estos años. Las dificultades nos han hecho fuertes y nos han unido para seguir avanzando.

También duele por el envalentonamiento de algunos personajes y entidades que sabemos más cercanas a intereses particulares y electoralistas que a la razón y al interés general. Bueno, que disfruten su “cuarto de hora”. La verdad es que en los últimos veinte años la política de aguas de la comunidad aragonesa ha estado demasiado determinada por agentes externos que han tenido que corregir las propuestas de la clase política y mediática dominante: ni Comunet, ni Santaliestra, ni Jánovas, ni Mularroya, ni la financiación europea de la traída de aguas a Zaragoza desde Yesa recrecido, ni los regadíos de Monegros en su extensión original fueron permitidas por jueces, Unión Europea o Ministerio de Medio Ambiente. Y está por ver todavía lo que pasa con Yesa. Por supuesto, otras iniciativas inconsistentes como el Canal de la Margen Derecha o el Plan de Riegos del Bajo Ebro se diluyeron como azucarillos. La política de aguas que defienden, tan anclada en el espíritu de la Ley de 1915, tiene difícil encaje en el actual marco jurídico y social.

Sin embargo, lo que más duele, lo que más me duele, es la desazón y la impotencia que la sentencia haya dejado en muchos de vosotros. Más amargura que se suma a tantos momentos amargos en las últimas décadas tras la construcción del actual pantano. El abandono de los tres pueblos. La marcha a otros lugares. La soledad de los que os quedasteis. El esfuerzo titánico para levantar vuestros negocios. La prepotencia de los gerifaltes de los regantes. El oportunismo de algunos vecinos. El abuso con las actas de expropiación. Y tantos otros. Mucho sufrir por defender la tierra de uno, por demandar justicia social y territorial, por pedir que la razón se imponga a los intereses, que la nueva política europea del agua sustituya a la obsoleta doctrina costista. (Por cierto, tiene narices que ahora estén presentando como víctimas a los seis exculpados, personas poderosas, de vida desahogada. ¡Qué manera de manipular la historia!).

Sé de vuestra entereza, de la que tanto he aprendido. Y que tras el abatimiento y la tristeza naturales del primer momento, de nuevo aflorarán las ganas de seguir en la lucha para salvar este pedazo de territorio histórico, para hacer más humano este mundo nuestro. Un abrazo y gracias por todo.

 
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