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Olfatometría y hartazgometría

Cristina Pérez Diego

Discúlpenme los eruditos del lenguaje porque, a fecha de hoy, todavía ninguna de estas dos acepciones cuentan en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua que con tanta devoción consulto a diario. Pero, tiempo al tiempo. Otras de menor repercusión social se han añadido. Piensen, en cualquier caso, que hablo de "medir" tanto el olor del aire, como el grado de hartazgo que tienen los vecinos de Almudévar, Alcalá de Gurrea, Valsalada y otros más , dependiendo del capricho del cierzo.

Hablo de los olores, malos, que genera la planta de compost de Alcalá. Hablo de esa capacidad antigua del hombre de adaptarse a casi cualquier situación casi con resignación, esperando que los tiempos cambien...o eso o rebelarse. Y en eso estamos.

La vida sana, el aire del pueblo, fijar población, crecer en el mundo rural, huir de la despoblación... todos son conceptos que sí entran en el diccionario y en los que se trabaja desde las instituciones para conseguir que el mundo rural recobre y afiance la vida.

Eso pensaban los habitantes, por ejemplo, del pueblo de colonización de Valsalada. Medio siglo inventando un pueblo y haciéndo algo tan difícil como lograr que se fije en el paisaje. Una vez que se ha conseguido cultivar campos, dibujar chimeneas con humo, niños en la calle; una vez todo esto, resulta que llega una planta de compost ,y en pocos años, hace irrespirable sus vidas.

Un experto en olfatometría con su apéndice nasal en ristre, anda midiendo los olores para averiguar si la fábrica cumple o no. Pero el hartazgo de los vecinos no hay especialista capaz de medirlo ni altas tecnologías que registren este malestar.

Ojalá la administración sea capaz de correr un limpio velo sobre estos cielos y estos aires y logren volver a su mundo respirable.

 
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