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Huesca, "Contra la violencia y por la igualdad"

Cerca de 300 personas se manifestaban este sábado por Huesca, “Contra la violencia y por la igualdad”. La marcha partía de la Plaza de Navarra y, recorriendo el Coso, concluía en la Plaza de Cervantes, donde se ha leído un manifiesto. A la reivindicación propia de cada 8 de marzo, para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, se ha sumado una condena al atentado terrorista en el que perdía la vida este viernes el ex concejal socialista en Mondragón Isaías Carrasco. La concentración había sido convocada por la Coordinadora 8 de marzo.

En lugar de la música y los lemas que se habían preparado, la concentración era silenciosa, en señal de luto por el asesinato de Isaías Carrasco este viernes y también en recuerdo a las mujeres víctimas de violencia de género.

El manifiesto recordaba que este 2008 se cumplen 100 años desde el nacimiento de Simone de Beauvoir, la escritora y filósofa feminista francesa que movilizó a millones de mujeres de todo el mundo con su obra “El segundo sexo”.

MANIFIESTO 8 DE MARZO DEL 2008, CONTRA LA VIOLENCIA Y POR LA IGUALDAD

Hoy estamos de luto por el brutal asesinato perpetrado ayer por ETA, cuando varios disparos acababan con la vida de Isaías Carrasco. Nosotras, en este 8 de marzo, queremos sumarnos a todos los actos de solidaridad y apoyo a los familiares y amigos de este trabajador, así como rechazar con absoluta firmeza y rotundidad el uso de la violencia en la vida política.

Y como tampoco podía ser de otra forma, también queremos enviar nuestra solidaridad a todas las familias y amigos de cuantas mujeres han sido, también vilmente, asesinadas en lo que llevamos de año, por hombres que no han aceptado el derecho de estas mujeres a ser libres y a tomar sus propias decisiones. Son ya 26 y detrás de todas ellas, otras miles de mujeres viven amenazadas o en estado de sumisión, atrapadas en unas relaciones afectivas opresivas y anuladoras, debatiéndose entre la denuncia, la huida o el abandono, sin encontrar, aún hoy, las ayudas y atenciones adecuadas para poder salir airosas de sus situaciones, es decir, sin que sus vidas corran peligro.

Este año hace un siglo del nacimiento de Simone de Beauvoir, la escritora y filósofa feminista francesa que no sabía que con su obra “El segundo sexo” iba a conseguir movilizar a millones de mujeres de todos los países en una gran marea contra las discriminaciones de que eran víctimas. Aún no hace un siglo de la conquista del voto en nuestro país, pero aún hace menos desde que el movimiento feminista contemporáneo se lanzó a las calles para reclamar bien fuerte nuestros derechos como mujeres, a cuestionar un orden social que ponía a todas las mujeres, por el hecho de serlo, en segundo lugar, lo convertía en “El segundo sexo”, manteniendo esta jerarquía en todas las esferas de la vida: la política, la economía, el mundo del empleo, la salud, la educación, el arte, la familia, la sexualidad, etc. Todos los problemas de las mujeres eran menos problemas que los de los varones, siendo éstos considerados de la humanidad y los de ellas tan sólo de mujeres. Simone de Beauvoir nos guió en la crítica a este orden de cosas y aprendimos que era nuestra obligación demostrar que nuestros problemas eran también de la humanidad y que para resolverlos era necesario modificar todas y cada una de las esferas de lo real.

Era necesario que en la política, hubiera una participación paritaria en los órganos de poder, de representación, de toma de decisiones y no sólo en la base de la pirámide.

Era necesario denunciar todas y cada una de las desigualdades que se producían en el mundo del trabajo: división sexual del trabajo, asignación exclusiva del trabajo doméstico a las mujeres, feminización del trabajo peor remunerado, organización masculina del trabajo, menos tasa de actividad femenina y mayor desempleo en las mujeres, denunciar el acoso sexual en el trabajo, etc.

Era importante denunciar las terribles desigualdades entre las mujeres del primer mundo y las de los países desarrollados y no olvidar que nuestros logros no podían construirse sobre sus miserias.

Era urgente transformar los sistemas educativos vigentes de tal forma que las niñas se encontraran efectivamente con la igualdad de oportunidades que preconizaban los Mandatos Internacionales y que suscribía nuestra Constitución, para ello debían modificarse radicalmente los textos, los mensajes, el lenguaje, las imágenes que se transmitían en la escuela, así como las relaciones de poder dentro de ella.

Era también urgente que las creaciones artísticas y los pensamientos de las mujeres se difundieran y se dieran a conocer en la misma medida que los de los hombres.

Era irrenunciable el poner sobre la mesa la importantísima labor social que las mujeres venían desarrollando, en silencio y sin reconocimiento alguno, atendiendo a las necesidades de cuidado y atención dentro de la familia y liberarnos de este yugo que nos asfixiaba entre el agotamiento y el sentimiento de culpa, para exigir de la sociedad una nueva manera de atender a esta incuestionable necesidad que todos y todas tenemos.

Nos urgía reivindicar una sociedad en la que la vejez de las mujeres fuera atendida, al menos, en la misma medida que la de los hombres.

No podíamos seguir viviendo una maternidad o una sexualidad impuestas, diseñadas en función de los deseos y necesidades de los hombres: teníamos que hacernos dueñas de nuestro destino, de nuestros cuerpos y de nuestro derecho a elegir el sentido de nuestras vidas.

Era vital denunciar todas las manifestaciones de violencia que acompañaban nuestras vidas y que eran asumidas como “normales”: las violaciones, el abuso y el acoso sexuales y, finalmente, la violencia intrafamiliar.

Y era muy importante que en esta gran marea de reivindicaciones y luchas feministas, se sumaran cuantos más hombres mejor.

Hace un siglo nacía uno de los símbolos más poderosos de cuantas mujeres han luchado por hacer de este mundo un mundo mucho más humano y menos injusto, pero lamentablemente, aunque es mucho el camino recorrido, aunque hoy es menor la distancia entre la frontera masculina y la frontera femenina, podemos asegurar que en todos y cada uno de los aspectos aludidos, aún nos queda mucho por hacer.

Queremos que este 8 de marzo nos sirva para recordar que sólo si somos muchas y muchos quienes empujamos en la dirección señalada, algún día La Igualdad Real entre hombres y mujeres llegará y esta fecha se convertirá ya sólo en una fiesta y no, también y, sobre todo, en una fecha reivindicativa.

Cuando recorremos las calles de nuestra ciudad buscando nombres de mujer, cuando nos fijamos en las fotos de los representantes en los órganos de poder, cuando vemos quiénes son quienes dirigen la economía o la religión o las grandes cifras o los más importantes medios de comunicación y vemos un mundo todavía fundamentalmente de hombres, sabemos que aún no somos iguales. Cuando leemos las noticias de tráfico sexual, de trabajo precario, de pobreza, de desempleo, de trabajo doméstico, de maltrato y sus protagonistas son fundamentalmente mujeres, sabemos que aún no somos iguales. Cuando oímos que ejercer el derecho a abortar en nuestro país sigue siendo peligroso pues puedes ser denunciada o intimidada, o que en cualquier caso, son muy pocas las que pueden hacerlo con normalidad y a través de la Sanidad Pública, sabemos que no somos iguales, pues algunos de los temas que afectan fundamentalmente a las mujeres no consiguen hacerse hueco en las agendas políticas

Y también sabemos que hay quienes quieren que nunca llegue la igualdad. Hay quienes, como en la época del Segundo Sexo de Simone de Beauvoir, siguen pensando que hombres y mujeres deben ocupar lugares diferentes en la sociedad y que éstas no deben ser dueñas de sus cuerpos ni de ellas mismas.

Por eso, porque nuestro camino no es fácil ni llano, porque aún nos ponen muchas piedras en el camino, porque aún hay púlpitos desde donde dirigen sus críticas al feminismo al tiempo que lo culpabilizan tanto de las muertes violentas como de la crisis familiar, porque no van a cejar en su empeño, debemos seguir unidas y decir bien alto y fuerte: “Ciudadanas: por la igualdad, ni un paso atrás”.

 
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