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Ser Hospital de Jaca y no sucumbir

Cristina Pérez Diego

A nada que, usted, sea mínimamente habitual de la información provincial, habrá estado viendo titulares acerca del Hospital de Jaca y, quizá se pregunte qué pasa con este centro que tan tozudo es a la hora de no bajarse de las primeras planas o páginas interiores, o programas de radio. Pasa que el Hospital nació bajo el signo de la incertidumbre administrativa y ahi estamos, mirando cómo crecen las infraestructuras hospitalarias y disminuye el interés hacia quienes lo habitan que no son otros que sus profesionales y los pacientes.

Jaca, Sabiñanigo y los valles que rodean el centro cuentan con miles de habitantes que se multiplican los fines de semana y temporadas puntuales. Es decir, son almas votantes para los políticos pero sobre todo son posibles seres humanos que podrán utilizar una infraestructura sanitaria cuando la salud se vea mermada y no haga falta trasladar los reales de toda una familia a Huesca, por ejemplo, con los problemas que acarrea y con las listas de espera que crecen en San Jorge cuando los hospitales cercanos no funcionan.

El hospital de Jaca, en su momento, fue el primer resorte capaz de poner en pie de calle a todos los vecinos de las comarcas, alcaldes incluidos, reivindicando su apertura. Quienes no estábamos habituados a este tipo de manifestaciones en la zona, comprendimos que el Hospital no era fruto de un capricho, más bien de una gran necesidad que, al parecer, los consorcios y administraciones nunca supieron por dónde coger.

En él ha nacido una nueva generación que ahora está a punto de acabar el instituto y emprender una vida nueva. Explíqueles a ellos que, hasta que los trabajadores del centro no se han puesto en pie de guerra, el centro ha permanecido sin anestesista cerca de dos semanas, justo hasta el momento en el que a la administración se le han subido tanto los colores a la cara que no les ha quedado más remedio que buscar una solución-parche.

Si les cuenta a esta misma generación el devenir del lugar que les vio nacer, les tendrá que decir que sus trabajadores , son el más claro exponente de resistencia numantina. A pesar de todo y todos los percances, han seguido ejerciendo su profesión, no siempre en buenas condiciones.

A este paso lo de Numancia se va a quedar en anécdota. Porque, a pesar de todo y como dicen en la montaña, no hay que reblar nunca. Y mucha salud.

 
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