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“La magia” de las acciones solidarias en Sabiñánigo

Laura Suárez Vinacua

Son muchas las acciones solidarias que se llevan a cabo a lo largo de los años, las manos mágicas que de manera desinteresada brindan su ayuda a aquellos países que más lo necesitan, a esas personas que con un poco de esa “magia” les estás brindando una vida nueva.

Sabiñánigo ha sido y es una ciudad experta en estas causas. A sus gentes les gusta sentirse útiles, saber que con su dinero están haciendo algo laborioso y que genera sonrisas. Aún recuerdo cómo Miguel Domec, el que era cura de la Parroquia de Cristo Rey, nos enseñaba los vídeos que grababa en Bolivia de los niños apadrinados. Era un orgullo ver cómo pronunciaban tu nombre, cómo entre lágrimas sabían agradecerte tu pequeña aportación.

Ahora son más las manos que ayudan, los vecinos que quieren vivir estas experiencias en primer plano, ser ellos los que aporten algo más, como es su presencia, su alegría y sus ganas de hacer algo por aquellos a los que la vida no les sonríe tanto. Este año, han partido hacia tierra africanas dos serrableses, un experto y un aprendiz. Ya han empezado con sus labores y sus trabajos para la comunidad de Korhogo. De ellas, no esperan una palmadita en la espalda ni ser tratados como héroes, sólo buscan conseguir que aunque la “paz” no este presente, ellos pueden regalar un trocito de ella. Van a enseñar, a hacer reír y a tratar con cariño a sus gentes porque hay cosas que el dinero no compra…

En esta labor que se está llevando a cabo, el experto ya ha visitado el país y la ciudad, ya conoce a los vecinos, pero el aprendiz vive todo por primera vez. Con sus 21 años recién cumplidos ha renunciado a “su verano” por vivir uno “diferente”. Seguro que no ha sido fácil, pero conociéndolo, sé que estará contento de estar allí y de hacer algo distinto a la vez que productivo.

Esto es la solidaridad, las acciones llamadas “humanitarias” que mezclan ingredientes diferentes para que la receta salga buena: un poco de predisposición, otro poco de intención y otro poco de iniciativa. Y es que no debe ser fácil irte de casa dos meses dejando a tu familia, amigos,…pero debe reconfortar saber a lo que vas.

Si tuviese que destinar mi dinero a una acción humanitaria sería para este tipo de actividades que, aún a riesgo de parecer “minimalistas”, son en las que más seguro te sientes sabiendo que tu dinero va a llegar a buen puerto porque va con un mensajero de confianza. No desprestigio a las grandes asociaciones pues tampoco soy experta en ellas, pero de todos es sabido que algunas (y lo recalco: algunas y no todas) están rodeadas de una aureola y no precisamente de santo.

Así con un poco de lo que aportan las grandes asociaciones y también estas pequeñas acciones sale como resultado una mezcla casi homogénea cuyo destino es llegar a los que comúnmente denominamos como “los necesitados”. No se sabe cual será el futuro de estos países ayudados ni si lo que haces aportará algo o será recordado después pero, mientras tanto, sólo queda intentarlo.

Desde Sabiñánigo, remito un cordial saludo a estos dos serrableses intrépidos con un ¡Felices Fiestas de Santiago! de regalo.

 
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