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Cartas al director: Frente a la crisis económica: el Canfranc primero, la TCP después

Coordinadora para la reapertura del ferrocarril Canfranc-Olorón (Crefco)

Comité pour la réouverture de la ligne Oloron-Canfranc (Créloc)

Los próximos días 29 y 30 de octubre va a celebrarse en Zaragoza el I Congreso sobre la travesía central del Pirineo (TCP). La Diputación General de Aragón va a gastar una gran cantidad de dinero público en un encuentro internacional que pretende impulsar un proyecto completamente irreal en estos tiempos de crisis económica. Lo puso de relieve el último informe del coordinador de la Unión Europea para el “eje ferroviario de alta velocidad del sudoeste de Europa”, Etienne Davignon, al ocuparse solo de los pasos por los extremos de la cordillera y ni siquiera mencionar la TCP.

La travesía central es un proyecto faraónico que costaría miles de millones de euros. Ni España, ni Francia, ni Europa tienen dinero en estos momentos para abordarlo. Pero es que, además y por desgracia, el volumen de tráfico ferroviario a través de los Pirineos y sus perspectivas de crecimiento en dos próximos decenios hacen innecesario ese paso de alta capacidad. Por eso es rechazado por la Unión Europea. Quienes se quejan de este rechazo, e incluso piden el cese de Davignon, deberían pensar en que solo con los intereses de un año del presupuesto de ese megaproyecto se podría financiar la reapertura y modernización de toda la línea Zaragoza-Canfranc-Pau. Un ferrocarril que evitaría la invasión de los valles de Canfranc y Aspe por los camiones, que abriría un paso eficaz para las empresas aragonesas hacia el norte de Europa y que desenclavaría el Béarn.

Es muy fácil para los políticos prometer la TCP…, para dentro de treinta años. Pero las crisis económica y medioambiental están ya aquí y hay que hacerles frente ahora.

La globalización económica va a seguir imponiéndose y las empresas aragonesas, carentes de un transporte de gran capacidad competitivo, están penalizadas y podrían terminar por desplazarse hacia el Mediterráneo (bien comunicado por mar y ferrocarril) o hacia la Europa del este (donde los salarios son más bajos).

Mientras, a pesar de la crisis, en España avanzan las obras de las autopistas Huesca-Jaca y Pamplona-Jaca, y en Francia se vuelve a hablar de la autopista Olorón-Pau, que había sido desechada por el Grenelle de l’Environnement. La cosa es grave porque invertir en más asfalto es una doble equivocación: es invertir  no solo en contra de la coyuntura, sino en contra de la estructura misma del sistema. La crisis del siglo XXI es la crisis del petróleo, es la crisis climática y medioambiental que amenaza al planeta. Para escapar a ella, nuestros dos países tienen que asumir hábitos de ahorro y desarrollar nuevas tecnologías que respeten el medio ambiente. Eso es lo que necesitan nuestras sociedades y es de ahí de donde saldrán nuevos empleos. Y, desde luego, no se puede hacer todo al mismo tiempo.

Con una capacidad de 3,5 millones de toneladas de mercancías por año, el Canfranc puede reconciliar la economía con el medio ambiente, convertirse en la puerta de Europa para Aragón, en la clave de una nueva economía para tiempos de crisis a ambos lados del Somport. Por eso el futuro es el Canfranc y, si hace falta, ya hablaremos de la TCP dentro de 30…, o de 50 años.

 
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