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El guiso de Bosque

Luis Laiglesia

Carmelo Bosque ha sido elegido por sus propios compañeros como mejor cocinero de Aragón, algo que no hace sino reconocer la trayectoria profesional intachable de un profesional que, como otros ejemplos que hay en la provincia, ha sabido, desde la nada, crear un proyecto personal que no ha hecho sino contribuir al desarrollo de la ciudad en la que han decidido vivir.

Bosque aprendió junto a otro de los grandes de la cocina oscense, Fernando Abadía. De hecho, no pierde oportunidad en reconocer quién fue su mentor. Tampoco le duelen prendas en recordar lo bien que se come en otro restaurante, la Venta del Sotón, de su amiga Ana Acín, quien ha sabido recoger el testigo que le dejo su padre y tomar decisiones cuando ha sido necesario.

Estas tres patas del trípode gastronómico de la ciudad de Huesca y su entorno, forman un triunvirato que no acabamos de valorar en su justa medida.

Ahora el Ayuntamiento de Huesca ha decidido sacar a concurso el servicio de restaurante del Casino de Huesca, servicio que regenta Bosque y servicio que proporcionó a la ciudad una estrella Michelín; la primera tras el cierre del llorado Navas.

No hay nada que reprochar en que el Ayuntamiento de la ciudad cumpla con lo que marca la ley, pero sí sería interesante que nuestro Consistorio tuviera en cuenta algunas cuestiones: la primera es que el arrendatario ha más que cumplido con su parte alícuota del contrato, mejorando el local e invirtiendo más de lo que le correspondía en respetuosas rehabilitaciones -desde luego más respetuosas que algunas recientes intervenciones en el hall del inmueble- También hay que recordar que el funcionamiento de un restaurante de estas características con el reconocimiento en la Guía Michelín proporciona un marchamo de calidad a Huesca que ya quisieran para sí otros sectores económicos.

Como ha dicho el propio Bosque, no estamos hablando del bar de una piscina cuando hablamos del Lillas, y sería lamentable para Huesca que, por un requisito legal, perdiéramos una de las tres patas de ese trípode culinario al que nos referíamos.

El asunto está en manos de los políticos, aunque estos se empeñen en repetir que es una cuestión técnica. Los técnicos a lo técnico, los cocineros a cocinar y los políticos a hacer política en el mejor sentido de la palabra, no sea que este guiso se nos acabe pasando de fuego.

 
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