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Los Valles de Ansó y Roncal recuperan un rito histórico

A lo largo de la historia, los valles pirenaicos han funcionado como un espacio integrado dando lugar a abundantes interrelaciones entre los habitantes de ambas vertientes, tanto norte-sur como entre el este y oeste. El historiador francés Cavailles señalaba ya en 1910 en su obra « Une fédération pyrénéene sous l’Ancien Regime. Les Traites de Lies et Paseries” las dificultades que tenían los habitantes del Pirineo para gestionar sus recursos: pastos, agua, leñas cuando estos se encontraban en zonas limítrofes y ambas comunidades se consideraban con derechos para aprovechar tales recursos. La Junta de Puyeta o Junta de San Miguel regulaba los conflictos y daba lugar a proyectos comunes entre los Valles de Roncal y Ansó. La celebración de dicha Junta se perdió hace décadas, incluso siglos, y este año los Ayuntamientos de ambos valles decidieron recuperar el rito.

El aprovechamiento y gestión de los recursos generó muchos conflictos, algunos de ellos muy violentos, pero también dieron lugar a la firma de Tratados de Vecindad (Tratados de Paz o Paseries) que constituyen elementos clave de la cultura pirenaica. Quizá el más conocido fue el Tratado de las Tres Vacas que tuvo su origen en los conflictos surgidos por el aprovechamiento de unas fuentes y pastos limítrofes que enfrentó a los habitantes de los valles de Roncal y de Baretous (Bearne). Para solucionar dicho conflicto intervinieron en un principio los Órganos Jurídicos del vizcondado de Bearne (el vizconde Gastón) y del reino de Navarra (Carlos II). Unos y otros fracasaron y al final las dos partes en conflicto llamaron a los ansotanos para que actuasen como jueces. Así, el 6 de octubre de 1375 “seis hombres buenos de Ansó” con su alcalde Sancho Gracia a la cabeza, dictaron sentencia en un juicio que tuvo como marco el atrio de la iglesia parroquial de San Pedro de Ansó.

La sentencia de los ansotanos obligaba a los baretoneses a pagar a los roncaleses, en lo sucesivo, y el 13 de julio de cada año, tres vacas “de dos años, de un mismo pelaje y cornaje y sin tacha de lesión alguna”. Además, bajo el control de los ansotanos se amojonaban los límites entre los puestos conflictivos y se indicaban las normas de regulación del aprovechamiento de pastos y aguas, que fueron la causa principal del conflicto.

Entre los aspectos que interesa retener destaca el hecho de que eligiesen a los ansotanos como árbitros, sin que los franceses viesen en ello posibles riegos de parcialidad, pues no existían en esos momentos los actuales conceptos de Estado o Nación en los valles pirenaicos. El fallo fue eficaz pues a partir de ese momento no se conocen nuevos conflictos como los ocurridos hasta entonces. Ello demuestra que los hombres de las montañas eran los mejor capacitados, por conocer las costumbres, derechos y formas de vida de sus vecinos, para emitir unos veredictos más justos que los de los Órganos Jurídicos del Vizcondado de Bearne o el reino de Navarra.

La Junta de Puyeta o Junta de San Miguel regulaba los conflictos y daba lugar a proyectos comunes entre los Valles de Roncal y Ansó. Semejantes a estos Tratados de Paz, existía la costumbre de celebrar Juntas Anuales entre valles vecinos perteneciesen a distinta o a la misma vertiente. Este es el caso de la Junta de Puyeta, cuyo origen se pierde en el tiempo, y que se celebraba en la ermita de Puyeta (por ser lugar limítrofe entre ambos valles) el día de San Miguel. La celebración de dicha Junta se perdió hace décadas, incluso siglos, y este año los Ayuntamientos de ambos valles decidieron recuperar el rito celebrándola el día 4 de octubre.

Como era habitual antiguamente, las autoridades locales y vecinos se reunían y en primer lugar escuchaban sus quejas. Seguidamente, se exponían problemas o iniciativas que había que resolver o impulsar de forma conjunta. Se entraba ya en lo que ahora se llamaría intercambio de experiencias o planificación de proyectos comunes. Y esto último es lo que pretenden los Ayuntamientos al recuperar este rito o Junta de San Miguel.

En esta ocasión, y de acuerdo a la tradición, las autoridades roncalesas llegaron ataviados con su bandera y traje tradicional, recibiéndolos los ansotanos con su alcalde que también portaba la indumentaria tradicional ansotana. Tras la ceremoniosa recepción se inició una mesa de trabajo diferente a las de antaño pues ahora no existen problemas entre ambos valles (al disminuir o casi desaparecer la ganadería también desaparece el principal conflicto), pero si permanecen problemas que afectan de forma semejante a los dos valles. En este sentido, los problemas para los que se solicitaba apoyo o planteamientos comunes fueron varios:

Vías pecuarias o Cañada Real por los Puertos de Ansó. La Diputación Foral de Navarra pretende señalizar una Cañada por un trayecto donde según los roncaleses nunca ha existido. Para ello solicitaban a los ansotanos si eran conocedores de la existencia de tal cañada.

La reintroducción del oso en los valles. La reintroducción de osos procedentes de países del Este de Europa está generando más problemas que los osos pirenaicos autóctonos. Los reintroducidos son de mayor tamaño, tienen costumbres distintas como aproximarse en exceso a las poblaciones con el peligro que conlleva. Además del daño causado a la ganadería, otro elemento que se debatió en la Junta fue las diferencias entre las indemnizaciones a los ganaderos, en el sentido de que tales indemnizaciones son más elevadas para los ganaderos roncaleses y de menor cuantía para los ansotanos.

Los proyectos para la obtención de biomasa fue otro de los temas debatidos pues en ambos valles, y más especialmente en el de Ansó, el cierre de la serrería obliga a buscar alternativas, tanto por razones económicas de creación de empleo como por razones ambientales. Ambientales, puesto que el monte debe mantenerse limpio para reducir los riesgos de incendios y la obtención de energía a partir de la biomasa puede ser una solución de futuro.

Se habló de más proyectos e iniciativas comunes (carreteras…), temas interesantes pero que no vamos a extendernos. Sí que interesa resaltar uno de los últimos párrafos del Manifiesto de Puyeta, leído por el Alcalde de Ansó, Felix Ipas, que, en referencia a los conflictos de otras épocas dice desde Puyeta, ansotanos y roncaleses nos sentimos comprometidos a no reconocer, nunca, otra arma que no sea la palabra. El valor de ésta es sagrado en el Pirineo, con ella hemos sellado siempre nuestros pactos, con ella hemos solucionado siempre nuestros problemas. Que nunca más volvamos a sufrir las consecuencias de haber prescindido de la palabra. Evidentemente, la recuperación de este rito supone encarar y planificar el futuro basándonos en la experiencia y solidez del pasado o de la historia.

 
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