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Cecilia Buil regresa a Huesca tras ascender la aguja Naisa Braak

Finalmente la escaladora de Peña Guara ha podido regresar con un buen sabor de boca de Pakistán puesto que consiguió con sus compañeros de expedición una ascensión de la aguja Naisa Braak de 5.200 metros de altitud. La expedición había viajado al valle del Hushe, en el Karakorun pakistaní al K7, un macizo con muchas agujas y paredes superpuestas separadas por corredores y tras un primer intento en una vía en la que se quedaron a cien metros por las adversas condiciones, pudieron ascender esta aguja piramidal en una ascensión de 1.000 metros. Lo peor fue el viaje de regreso como relataba a la vuelta la propia Cecilia Buil y ese que las lluvias en la zona les dejó prácticamente incomunicados y viviendo una experiencia incluso más dura que la propia ascensión.

Cecilia señalaba que “ya estoy en casa. Me parece imposible después de lo que tuvimos que hacer para ir desde Chilas, (a medio camino entre Islamabad y Skardu) hasta Islamabad por una ruta alternativa por estar la Karakorum Hiway cortada. Fue el colofón de una aventura que parecía haber terminado con el ascenso del Naisa Braak, la inconfundible aguja piramidal que atrae las miradas y deseos de escalar de todo el que pasa por allí. La aguja Naisa Braak es una ascensión de 1000 m. de desnivel, con un corredor de 700 metros de nieve que encontramos algo helada en su parte final y  8 largos (400 m) de roca.  Aunque  nos resulto disfrutona después de los rigores de una pared grande, nos tuvimos que esforzar en cada largo, dada la altitud a la que hay que escalar, lo dudosa que es la roca en ocasiones, la dificultad máxima obligatoria siempre con el seguro muy lejos y frecuentemente con la roca mojada”.

Cecilia destacaba sobre todo “la perfección de su perfil la hace única e imprescindible si se tiene ocasión de escalarla. Pasamos dos días de descanso aprovechando el mal tiempo, los alternamos con un mini desporteo multitudinario con cinco simpáticos suizos que compartían campo base con nosotros, nuestro cocinero, Karim y Hussein, y  después nos fuimos a nuestra aguja. Ruben insistió desde el primer día que llegamos en que teníamos que escalar esa montaña, y todavía nos quedaban dos días en el Campo Base”.

El relato del día lo describía así Cecilia Buil: “ Nos levantamos a las 3. Comenzamos a caminar cuando clareaba. Después de 4 horas por el  corredor llegamos al pie de la pirámide, a unos 4900 m. Rubén negoció con rapidez un primer tramo clave, algo perdedor y expuesto -la roca no es para tirar cohetes-. Después me toco a mi buscar el camino y negociar con el barro que había en muchos sitios. La tónica de la vía será la misma en casi todos los largos, a excepción del tramo final, que escala Miguel primero, la arista propiamente dicha, en la que el canto de las manos es el final de la pared. Es preciosa! fácil y con buena roca, aunque tiene el inconveniente de que hay de destreparla por ser demasiado afilada para rapelar. Llegamos a la cumbre, 5200 m., un par de fotos y pitando para abajo. El tiempo esta inestable y amenazan las nubes. Miguel se encarga de encontrar la mejor manera de descender y después de un rato estamos en la base otra vez”.

Sobre la escalada indicaba que “la nieve estaba muy blanda  y decidimos montar un rapel desde la base que después se engancha. Rubén sube a desenganchar la cuerda asegurado, ya que la nieve esta demasiado blanda y seguimos para abajo. Nos cuesta más de lo planeado bajar debido al estado delicado de la nieve. Llegamos al campo base a las 8 de la tarde y nos reciben Karim y Husein con un collar de flores y “Tang” en unos vasos sobre una bandeja, diciéndonos que si tardamos más nos suben a buscar. Han estado viendo durante el día nuestra ascensión y se extrañan del tiempo que nos ha costado bajar. Se muestran tan contentos y satisfechos como nosotros”:

Además añadía que “otro día más para recoger y nos vamos para abajo después de 35 días en el campo Base. En dos días llegamos a Skardu. Y al día siguiente nos ponemos rumbo a Islamabad. Nos esperaba otra aventura añadida, sin imaginarlo, teníamos otras muchas duras pruebas que superar. El día de traslado a Chilas transcurrió sin incidentes. Pero a última hora se puso a llover y el guía nos informo de que la carretera que íbamos a tomar como alternativa a la Karakorum Hiway se ponía fea con las lluvias. Aun así salimos al día siguiente con una leve llovizna rumbo al valle de Khagan. Al principio la carretera era buena. Ascendía entre curvas y barrancos hacia un valle precioso, de pastos verdes y bosques de coniferas. Pero al poco rato se convirtió en pista. La lluvia arrecio y empezamos a encontrarnos barranqueras llenas de piedras y torrentes crecidos. En alguna ocasión llegamos a pasar un badén con casi un metro de agua. Cada vez encontrábamos más desprendimientos y barrancos crecidos. Tuvimos que empujar en muchas ocasiones la furgoneta que debido al barro se quedaba atascada. Finalmente cruzamos un torrente y tras un par de kilómetros encontramos un Jeep atascado. Si no pasa el Jeep nosotros menos, pensamos, y el conductor dio la vuelta para pasar la noche en un pueblo cercano, pero el torrente que acabábamos de pasar estaba demasiado crecido. Estábamos atrapados”, señala la escaladora.

“Unas buenas personas que vivían cerca de donde nos quedamos nos trajeron un plato de arroz para cenar, pues llevábamos todo el día sin comer y nos acomodamos en la furgoneta para pasar la noche. Habíamos recorrido 70 Km.

Al día siguiente, cuando desatascaron el Jeep probamos suerte a pasar con la furgoneta. Nos costo tres intentos en los que se hundía en el barro casi hasta el eje y había que calzarla con piedras usando el gato para salir y volver a intentar. Finalmente cruzamos, pero 50 metros más adelante había otro mal paso, y tras otros cincuenta metros más, de nuevo teníamos que empujar. Llegamos a un torrente demasiado crecido y decidimos dejar allí la furgoneta y pasar a pie. Ahora teníamos que movernos con 300 kilos. Después de pasar con más miedo que vergüenza este torrente conseguimos un Jeep para que nos llevara hasta el siguiente pueblo. Allí el río se había llevado el puente, así que tuvimos que pasar por una tirolina de cable con cajón, que es la manera en que cruzaban el río cuando no había puente. Nos tuvimos que pelear con un montón de gente que quería cruzar para que uno por uno, fueran pasando nuestros bultos al tiempo que pasaba una persona cada vez. Otro Jeep mas hasta otro pueblo donde también el puente había desaparecido. Esta vez cruzamos por encima de un árbol sobre un río increíblemente crecido. Subimos la cuesta y otro vehículo más que nos llevo hasta Naran, un pueblo grande que encontramos inundado, sin agua y sin luz. Pasamos la noche en el pueblo. Habíamos recorrido 50 Km. Allí nos dijeron que el ejercito iba a enviar helicópteros para evacuar a la gente, pero tras esperar más de una hora al que nos lo había dicho y no ver movimiento alguno decidimos ir por carretera. Había mucha gente atrapada en el pueblo, así que formamos parte de una caravana que no circulo hasta las 3 o las 4 de la tarde, cuando las excavadoras pudieron abrirse paso en la carretera hundida en muchos lugares. Por fin, después de cuatro días llegamos a Islamabad. Por suerte conseguí un vuelo que me trajo a casa. Ya veis, la vida te da sorpresas...”, finaliza su relato Cecilia Buil.

 
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