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La llegada de los danzantes a la plaza, todo un ritual en la mañana de San Lorenzo

La plaza de San Lorenzo es, durante toda la noche y las últimas horas de la madrugada del 10 de agosto, lugar de encuentro de todos aquellos que no quieren perderse ni un momento de la actuación de los danzantes y toman sitio desde muy temprano. Son minutos entretenidos, de limpieza de la plaza, lectura de periódicos, o de dormitar en algún hombro amigo, incluso bajo mantas, porque la noche ha sido larga o el madrugón temprano.

Los danzantes más madrugadores llegaban a la plaza a las 8 de la mañana. Eran el mayoral, Pascual Campo, acompañado por Antonio Nunilo Gabás y su hermano Bernardino. A partir de ahí y con cuentagotas iban haciendo su aparición otros miembros de la agrupación, asomando por cualquiera de las calles que llevan a la plaza, muchos de ellos, además, acompañados por familiares, amigos y también por sus pequeños hijos, futuros danzantes, seguro. Santos Santolaria, secretario de la agrupación, Pedro Beired, el danzante de las cintas, los hermanos Iñaki y Javier Barquero, Jesús Gracia López, José Ignacio Montorio, Jesús Gracia Añaños, Lorenzo Ara o Alejandro Bueno Ara. Y así, hasta los 27 hombres que componen la Agrupación de Danzantes de Huesca, que recibían el aplauso como homenaje de todos los presentes, dándoles la bienvenida.

También llegaban miembros de la Banda de Música de Huesca con sus instrumentos musicales en la mano, dispuestos a poner la música al acto, probablemente, más importante de las fiestas de San Lorenzo.

Los danzantes llegan siempre con gesto concentrado, algunos de ellos apurando los últimos minutos. Como escribió en su día Toño Julve, “Seguramente, aunque cada 10 de agosto en Huesca todos nos sintamos un poco danzantes, es difícil imaginar lo que debe de pasar por la cabeza de un danzante en el trayecto desde su casa a la plaza de San Lorenzo. Con la fresca de la mañana a cada paso y con su traje en perfecto estado de revista, supongo que deben sentir diferentes emociones, una promesa, un agradecimiento, una oración, pero sobre todo, un orgullo muy grande, noble y exento de vanidad: Representar a los oscenses”.

El danzante Jorge Escario llevaba un lazo negro en su brazo, en señal de luto, por el fallecimiento el pasado mes de marzo de José Mª Ballabriga, tío suyo, quien pasó el puesto de danzante al padre de Jorge, de quien éste lo heredó.

Tras haber estado en la botería de Pedro Lafuente, ya en la plaza, era el momento de comenzar a bailar.

 
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