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El Museo Diocesano Barbastro-Monzón abre una ventana al mundo románico

Desde esta semana, un crismón románico integra la colección permanente del Museo Diocesano de Barbastro-Monzón. La pieza, fue presentada en el Salón del Museo, con una conferencia a cargo de Antonio García Omedes.

Por su parte, María Puértolas Clavero, restauradora, explicaba el proceso de recuperación de la policromía y los trabajos de restauración llevados a cabo en el taller del Museo.

El Crismón que custodiaba la Catedral de Barbastro, pieza realizada en el siglo XIII y cuya ubicación original se desconoce, El Crismón es una de las piezas que mejor encarna el simbolismo del arte medieval. Es el monograma de Cristo en griego, formado por las dos primeras letras de su nombre, X y P.

Se completa con la primera y última letras del alfabeto griego, alfa y omega, que aluden a la infinitud de Dios, principio y fin de todas las cosas.

Todo el conjunto se encierra en un círculo, símbolo de la inmutabilidad y perfección divinas. Dos ángeles sujetan el crismón mientras pisan dos seres fantásticos que encarnan el mal. Se trata de mandícoras.

La pieza destaca por la calidad de la talla, de gran profundidad, su finura de ejecución y su preciosismo. Pero sin duda, lo que más llama nuestra atención es la policromía con la que ha llegado a nosotros. Se aproxima de manera muy fiel al aspecto que debían presentar los templos medievales, que no se daban por concluidos hasta que columnas, portadas, canecillos y capiteles, hubieran recibido la decoración pintada.

Acostumbrados a los muros desnudos de piedra vista, esta pieza, que vibra con la intensidad de sus azules y rojos y con el brillo de los oros, supone una pequeña ventana por la que se puede asomar al mundo medieval.

 
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