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Cartas al Director: Féliz Novedad

Josan Montull

En las postrimerías de este Diciembre, luminoso y raro; cuando el trimestre toca a su fin y las vacaciones, tanto tiempo olfateadas, se nos regalan a muchos, llega otra Navidad. Y entre villancicos y turrones, en el ambiente se respira un no sé qué de intransigencias y conflictos, de malos rollos y miserias que dificultan en gran manera un estrecharse las manos a cara descubierta para felicitarse la vida.

Ahí está una inmigración que nos sobrecoge, una juventud desorientada, confusa y con un futuro más que oscuro, una situación económica que se ha llevado ya a cinco millones de parados por delante. Por ahí andan los programas de la tele que sirven de vomitorio de oro para vagos y putones con su circo de vergüenzas que entretiene al respetable; están ahí los banqueros jubilados con sus sueldos insultantes y los del 15 M indignados y aún no resignados a este orden tan poco ordenado. Se agazapan en Diciembre los que nos invitan a gastar en lo superfluo lo poco que nos queda, los que nos hacen soñar loterías y nos venden vacíos con lucecitas de apariencia dulzona y relamida. Se sientan en los banquillos servidores acusados de servirse y de ponerse hasta las trancas con el erario que es de todos, los hay de muchos colores y credos, miran muy serios a sus señorías mientras al espectador un color se le va y otro se le viene ante tanta exhibición de morro y cara dura.

Es la crisis, nos dicen, una crisis que genera pobreza con rostros cercanos y en todas las clases sociales, una crisis que ha provocado desahucios de familias mientras miles de pisos ya no encuentran comprador y languidecen vacíos, una crisis que indigna y angustia mientras la ira es mitigada por el fútbol. Los goles, las ligas, las Champions y las copas se han convertido en el nuevo circo que entretiene cuando van escaseando el pan y la dignidad. Ahí están también los entrenadores que no hacen ruedas de prensa generando ríos de tinta por su silencio mientras miles de familias acuden a las Caritas sin que tan apenas tenga eco la solidaridad tantas veces practicada.

Y en medio de esta cabalgata de sinsabores y esperanzas, nos dicen que un Niño con mayúsculas nace en un establo. Y se nos anuncia también que, lejos de las acusaciones y los rechazos, esa Criatura tan nuestra, tan Humana y tan Divina se hace un hueco entre nosotros, frágil y necesitado, arropado entre los pobres y las víctimas de todos los signos y de todas las crisis. Y de pronto, al mirar al Crío a los ojos, descubrimos que es Dios mismo quien nos mira y constatamos así que en la misma médula del ser humano el pálpito de lo profundo late con fuerza en un pesebre.

Y es que somos Humanos. Humanos de verdad, como ese Niño. Tiernos. Divinos. Lo vemos en los ojos de Jesús. El mismo que irrumpe en nuestra Historia, tan convulsa y tan de Dios, para hacernos saborear nuestra propia humanidad. La vida se renueva en Belén. Atrás queda pactar con nuestra mediocridad y nuestras propias miserias. En el pesebre siempre estalla una novedad que nos provoca y nos invita a ser mejores y a reconocer que cada ser humano es tu hermano. No habrá Navidad si en tu vida no sientes deseos de que haya novedad.

Por eso, con las manos abiertas y el corazón preparado, permíteme que, sea cual sea tu confesión religiosa, tu opción política y tu credo, te desee que vivas en plenitud tu humanidad y te conviertas en portador de esperanza para quien, a tu lado, necesita un poco de justicia y de ternura.

En las postrimerías de este Diciembre, luminoso y raro, déjame que te desee una Feliz Navidad, feliz novedad.

 
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