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Tras 8 años cerrado, el Monasterio de Casbas espera, parado, que acabe la crisis

El 26 de mayo de 2004 el pueblo de Casbas celebraba afligido la misa de despedida de las religiosas que hasta entonces habían habitado el monasterio. Tres años después la Fundación Progea compró el cenobio por 2’7 millones de euros y lo hizo con la intención de rehabilitar este Monumento Nacional. Han pasado cinco años y la crisis inmobiliaria ha frenado todos sus proyectos. La situación de la Fundación también es delicada, y su presidente, Miguel Ángel Loriente, busca apoyos para garantizar el pago de los créditos y la restauración del Monumento. Hace algo más de un mes Progea desmentía la noticia del la venta del Monasterio, que aparecía en varios portales inmobiliarios.

El Monasterio de Casbas fue declarado en 1979 Monumento Nacional. Cuando la Fundación Progea lo compró se habló de la rehabilitación integral del convento y de abrirlo al público, pero la crisis ha parado todos estos proyectos. Si salen de la crisis y se mantienen, Loriente asegura que continuarán con la idea de rehabilitar el Monasterio para que lo disfrute la sociedad.

La propietaria es una fundación sin ánimo de lucro que se abastece de los beneficios de las empresas del grupo inmobiliario Progea. Cuando se compró el Monasterio se habían vivido muy buenos años para el sector pero en 2008 llegó la crisis inmobiliaria y frenó este proyecto.

Desde su compra se han invertido 300.000 euros en la reforma de más de 350m2 de cubiertas y forjados para evitar goteras y se ha puesto en marcha un huerto ecológico para consumo propio en el que trabajan unos 30 socios de la Fundación. Se ha rehabilitado una de las caras del patio interior del claustro y se reconstruyó para una futura biblioteca de la Fundación un espacio derruido. De cara al futuro la intención continúa siendo la de una reforma integral que lo abra al público, como siempre han dicho, sin grandes lujos.

El Monasterio de Casbas fue de gran importancia en el mapa cisterciense de la península. En los últimos años los suspiros de monja o la cerámica dieron nombre y puestos de trabajo al pueblo, y los talleres y campamentos que allí se hacían eran un revulsivo para la localidad. Todo eso se acabó hace ocho años.

 
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