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La Esclavitud de la Libertad de Horarios

Roberto Seral Marcén.

Responsable de comercio de OSTA.

El Real Decreto aprobado el pasado julio por el gobierno (el que suprimía la paga de diciembre de los funcionarios) cambió la regulación de los horarios comerciales, dotando a las grandes superficies de más domingos de apertura autorizada y más horas semanales para abrir. Estableció los criterios para designar zonas de afluencia turística, obligando a que Zaragoza tuviese una. Los comercios de esa zona tendrán libertad total de horarios.

Caminar hacia la liberalización total de horarios comerciales es otro paso más hacia el liberalismo económico al que nos conduce el gobierno del PP. La progresiva eliminación de la intervención estatal en diversas cuestiones está provocando una falta de protección del ciudadano ante los poderes económicos. Si hablamos del sector comercial, estos poderes están encarnados en las grandes empresas de distribución, cuyos nombres son de sobra conocidos.

En Aragón, desde que la DGA levantó la moratoria que impedía abrir comercios mayores de 2.000 metros cuadrados, Zaragoza ha pasado de 200.000 a más de 600.000 metros cuadrados dedicados a grandes superficies, convirtiéndose en la segunda ciudad en el ranking estatal, siendo Madrid la primera. Además, en la capital aragonesa contamos con 11 centros comerciales, siendo superados solo por Madrid, Barcelona y Valencia. Recientemente se ha inaugurado Puerto Venecia, con una inversión económica parecida a la que se necesita para la reapertura del canfranc, lo cual crearía miles de empleos en Aragón y dotaría a nuestra comunidad de unas posibilidades infinitamente superiores a las que da otro centro comercial más.

El establecimiento de grandes superficies provoca una estampida de consumidores hacia ellos, dejando al comercio de proximidad en una grave situación y abocándolo a vivir en una lucha por la supervivencia diaria, como está pasando actualmente en nuestros barrios. Poco a poco se están quedando sin vida, el ocio se va trasladando a las afueras y en el centro la actividad disminuye. Los centros comerciales se han convertido en una barrera que impide a los visitantes internarse hasta la ciudad.

Y cuando lleguen las consecuencias, transformadas en barrios desolados, con persianas bajadas y sin vida, será demasiado tarde. Al igual que ha sido tarde cuando las consecuencias del azud del Ebro han provocado que los zaragozanos conozcamos de primera mano a la mosca negra.

En cuanto al empleo, hay que recordar que tres de cada cuatro empleados de comercio en Aragón pertenecen al pequeño. Por lo general estamos hablando de empleo estable y de calidad. Si abrimos la mano y hacemos un guiño a los grandes y poderosos, la destrucción de empleo en el comercio de proximidad no se hará esperar. Todo el empleo que pueda crear un centro comercial, además de ser más precario, supondrá la destrucción de un número similar en otro lado. La demanda no da para más. No se crea empleo con la liberalización de horarios comerciales, simplemente se traslada de un lado a otro, o de unos horarios a otros.

Pero lo que hay detrás de todo esto es la creación de un modelo de sociedad y de ciudades distinto al que queremos y al que necesitamos en Aragón. Los horarios de apertura actuales son más que suficientes, incluso excesivos. Tenemos asegurado el abastecimiento y las posibilidades para adquirir los productos básicos.

Defender la concesión total de apertura a los grandes como un paso hacia la “libertad para comprar” es una manera de enmascarar la realidad. Se trata de que consumamos, de que confundamos la libertad de oportunidades con la libertad para comprar, de que no nos importe la esclavitud a la que van a condenar a los trabajadores del comercio mientras el consumidor salga beneficiado.

 
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