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El Pirineo Vulnerable

Alberto Ayora Hirsch

Responsable del Comité Científico del I Congreso de Nacional de Seguridad en Montaña Autor del libro “Gestión del riesgo en montaña y en actividades en el medio natural”

Durante muchos años las decisiones en gestión del riesgo se basaron en el método de ensayo y error, la sabiduría tradicional, las creencias, el conocimiento no científico y el sentido común. Algunos analistas recogen tres épocas diferenciadas. La edad de la sangre, que se caracterizó porque el hombre tranquilizaba sus temores mediante sacrificios humanos a las divinidades; la edad de las lágrimas, donde con el surgir y desarrollo de la religiosidad los riesgos se intentaban mitigar mediante procesiones y plegarias; y la edad de las neuronas, en la que se reconoce el papel fundamental del hombre en la gestión de los riesgos y nace la ciencia del peligro o cindynique. Los métodos anteriormente mencionados han ido evolucionando, y sin olvidarlos las sociedades modernas e inteligentes abordan el problema gracias al rigor científico, la imaginación y la creatividad. Y además, espíritu crítico.

En Suiza el gran impulso en nivologia y estudio de los aludes fue a partir del invierno 1950- 1951 que arrojó la cifra de 98 muertos. La Asociación Nacional para el Estudio de la Nieve y las Avalanchas (ANENA) en Francia, se creó a raíz de una avalancha en Val d’Isère en febrero de 1970, que alcanzó un albergue juvenil y en el que murieron 39 personas, muchos de ellos menores de edad. El Canadian Avalanche Center (CAC) se creó en 2003 y el desencadenante fue un accidente en Roger’s Pass donde murieron 7 adolescentes. La situación que desencadenó la creación del Centro de Aludes en el valle de Arán fue la avalancha que cayó el 31 de enero de 2003 en la Pleta de Baqueira, zona de residencia habitual de importantes personalidades.

Lo siento pero me resisto a esperar otro “cisne negro” que de origen a un centro de similares características en Aragón. En noviembre de 2010 se organizó el I Congreso Nacional de Seguridad en Montaña en Zaragoza, y desde entonces no se ha avanzado nada; más bien es al revés, ya que las conclusiones obtenidas no se han materializado en acciones concretas. Es una lástima que el desarrollo turístico no haya conllevado paralelamente un avance en prevención y seguridad.

Estamos viviendo un invierno con días de considerable innivación, en los que se ponen de manifiesto nuestras carencias, y a la par, ciertas influencias externas que pueden conllevar decisiones precipitadas y erróneas. No es casualidad, y para variar una vez más vamos a remolque e improvisando. Ciertamente el episodio de nevadas de este año puede ser relativamente excepcional, pero de forma recurrente hay problemas en los accesos a Panticosa, Bielsa, Llanos del Hospital, Zuriza, Astún, etc. Con las consiguientes situaciones que hay que resolver y afrontar. ¿Alguien se ha planteado el riesgo asumido por los servicios de limpieza de carreteras y el coste de la evacuación del personal del Balneario de Panticosa? ¿Fue necesaria o se podría haber evitado si con antelación se hubiera trabajado la prevención a todos los niveles?

Hay estudios que señalan periodos de retorno, con acumulación importante de espesores de nieve en la vertiente sur de los Pirineos, que oscilan entre diez y sesenta años. La solución no es “estar a verlas venir”, y luego “lamentarse” ante las evidentes consecuencias negativas que un accidente, y esperemos que sin víctimas humanas, tendrían para la imagen de Aragón. Y estamos hablando de hechos previsibles, ya que advertencias previas llevamos unas cuantas, baste recordar las avalanchas que han alcanzado instalaciones en centros de esquí o edificaciones en poblaciones, las recientes inundaciones en la Jacetania, o la evacuación como consecuencia de un episodio de vientos fuertes en un centro invernal.

Una gestión sostenible de los riesgos naturales exige al Gobierno de Aragón bases de datos fiables, seguimiento de los accidentes, inventario de sectores de riesgo, cartografía para la ordenación del territorio, zonificaciones conforme a la vulnerabilidad, planes de intervención, regulación adecuada, herramientas de control, formación de expertos, información y educación social. Sólo por nombrar algunas. En su conjunto estas misiones quedan perfectamente recogidas la Norma Básica de Protección Civil, en la que se concreta que hay que trabajar en:

"La previsión, en lo que se refiere al análisis de los supuestos de riesgos, sus causas y efectos, así como de las zonas que pudieran resultar afectadas; la prevención, relativa al estudio e implantación de las medidas oportunas para mantener bajo observación, evitar o reducir las situaciones de riesgo potencial y daños que se pudieran derivar de éstas; la planificación de las líneas de actuación, para hacer frente a las situaciones de grave riesgo, catástrofe o calamidad pública que pudieran presentarse; la intervención, en cuanto a las diferentes actuaciones encaminadas a proteger y socorrer la vida de las personas y sus bienes; y, por último, la rehabilitación, dirigida al establecimiento de servicios públicos indispensables para la vuelta a la normalidad"

Todo ello sólo puede hacerse con un compromiso decidido, y con la conveniente participación de todos los actores implicados; y eso exige una solución integradora de todas las administraciones implicadas. Creo que eso no existe, o por lo menos, yo lo desconozco.

 
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