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Los fuertes vientos obligan a Pauner y Martínez a hacer un parón en el campo base

Continúa la aventura de Carlos Pauner y Raúl Martínez hacia el Everest. Según publica el primero en su blog, este lunes hacían un parón en el campo base, a 5.400m. Por ello, aprovechaba para explicar cómo es un día a día ahí. Esta pausa viene obligada por las condiciones meteorológicas.

Aunque hace ya unos cuantos días que bajaban de instalar el campo 2 a 6.400 m de altura, se han visto obligados a recluirse en este lugar por más tiempo del que desearían. La idea era haber salido este lunes para seguir avanzando hacia esa cota de los 7.000 m, pero finalmente no pudo ser.

El alpinista explica en su crónica que las predicciones meteorológicas anuncian estos días vientos en esa cota de unos 70 km/h, y creciendo hasta 120 km/h en cotas superiores. De hecho, ven el viento soplando en la altura. Con este panorama, a Pauner le viene a la memoria el Lhotse del 2.011, cuando casi no podían sujetar la tienda del campo 3 en una situación similar. Por ello, decidían imponer la cordura, y quedarse en el refugio, sujetos a sus rutinas.

Una jornada que según explica, comienzan levantándose y desayunando con la calidez del sol de la mañana. Lo alargan, pues así le pierden tiempo al día. Hablan entre ellos, con los dos belgas y con Domingo de Andorra, a los que califican como “majos chavales”. Luego van a la tienda de comunicaciones, a ocuparse de asuntos de comunicación tan importantes en los tiempos que corren. Les cae alguna visita, ya que ellos nunca han sido de salir del campo. A la una se hace la hora de comer, un poco de siesta y lectura posterior. Sobre las cinco llega el frío con la ausencia del sol, y más abrigados, van a tomar algo en la tienda comedor. A las siete, cenan y normalmente, se ven una peli y a dormir.

Explican que lo malo es cuando esta rutina se repite día tras día, sin cambiar un ápice. Ahí es donde comienzan los problemas. En palabras de Pauner, el tedio lo invade todo y la sensación de estar atrapado en este glaciar sin dar solución a los problemas de arriba es desesperante. Sin embargo, es un hecho casi habitual para una persona que ha pasado media vida entre estas rocas u otras parecidas. Aún con todo, reconoce “que a días es duro y la mente pugna por escapar de aquí, hacia arriba o hacia abajo y hay que domarla con voluntad de acero y motivación absoluta. Esto es necesario, tan fundamental como la escalada misma y hay que aceptarlo como parte consustancial de esta actividad”.

Pauner concluye su crónica con un mensaje optimista: “Se acabó. Bien de metal, bien de Metallica y de Sick Brains y basta de chorradas. Vamos guerreros, a aguantar el tirón, a disfrutar con lo que tenemos y vamos a ir poco a poco transformándonos en esos animales de morrena glaciar que tenemos que acabar siendo sin remedio. Comamos fuerte, que pronto nos recibirán las cenas del infierno helado”.

 
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