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Conjurando temores...

Quien haya paseado en los aledaños de nuestra sede oscense habrá podido observar en el porche principal de acceso algo inusual: una telaraña enorme que cubre una sección del mismo. La telaraña aprisiona un esqueleto humano vestido con una de las camisetas reivindicativas que tantas veces y en tantos lugares hemos tenido que vestir estos dos últimos años. Y, aunque el mensaje es muy claro, haremos estas dos consideraciones:

1.- No se trata de discutir aquí que si Halloween esto y aquello, que si la penetración (a)cultural americana o temas similares. Baste decir que en nuestra tierra la nuei d´almetas se ha celebrado en diferentes lugares desde siempre si bien lo que prima hoy es la recogida de dulces por los más pequeños y el maratón televisivo con el terror previsible de las películas americanas.Ese rito de compartir un fuego mientras alguien desgrana con voz temblorosa una leyenda urbano-rural (que siempre ha sucedido en un pueblo cercano y a gentes que conocemos siempre de manera indirecta) sigue siendo una forma de reírse de nuestros propios miedos, de aprender a afrontarlos y vencerlos.

CCOO no es una asociación lúdica; no pretende divertir o colocar algo extraño en la calle porque sí, en mimética adecuación a los usos de la fecha. Pretende, en el sentido apuntado ya, aprovechar el día del terror ficticio para alumbrar los terrores cotidianos, para recordar que los monstruos de hoy en día no son seres deformes nacidos de fantasiosas mentes, sino atildados y encorbatados entes que nos amenazan con más paro, más recortes, menos derechos de todo tipo, más precariedad, esclavitud, pobreza, incultura y desesperanza.

2.- El esqueleto se cubre a medias con una camiseta negra en la que se lee el conocido lema de "UNA VEZ YO TUVE DERECHOS SOCIALES Y LABORALES".

Podíamos haber cubiertos las descarnadas costillas con la camiseta verde de la escuela pública por motivos obvios. O con una bata de las que usan las monitoras de comedor, otro colectivo precarizado muy en contacto con la realidad de la situación de emergencia social. O colgarle un cartel al cuello que indicase la condición de INTERINO del difunto; o de BECARIO sin BECA.

Podíamos haber tintado de negro toda la osamenta y cubrirla con una camiseta del mismo color. De las mujeres del carbón, por ejemplo. En nuevo aviso de que el terror cotidiano también está en las deficientes medidas de seguridad, en la hipercompetitividad, en la búsqueda rápida del beneficio empresarial a costa de lo que sea.

Podíamos haber utilizado la camiseta naranja, la negra de los empleados públicos, la roja de los afectados por los desahucios... La violeta de las mujeres y hombres que, como dijo el poeta, sueñan la igualdad, la arco-íris de quienes aún hoy en día son perseguidos, humillados, encarcelados o muertos por manifestar su afecto de forma no ordenadamente correcta. O la azul de los que temen perder sus vidas tras una crecida de intereses eléctricos que aneguen cuanto conocen. O el chaleco reflectante de los yayoflautas, que aún conservan arrestos para enfrentar lo que sea.

Podíamos haber dotado al esqueleto de una fregona y un plumero, en alusión a la recentísima lucha mantenida por mujeres del sector de limpieza.

Podíamos, a modo de complemento, haberle calado una gorra o una boina y acompañarlo de un bastón, en estereotipada denuncia de la estafa de las pensiones; podíamos haberle colocado unas muletas rotas para hacer referencia a la(s) dependencias(s); podíamos haberlo sentado en una silla (plena de telas de araña) con la cartilla del paro en las manos.

Podíamos haber elegido, en lugar de nuestra sede, algún hospital cercano para abandonar los restos y escenificar así la miseria de los recortes en sanidad, el efecto insano e injusto del REPAGO, el incomprensible aumento de listas de espera, el abandono del enfermo...

Podíamos haberle puesto una bata blanca de investigador; podíamos haber hecho referencia a los jóvenes cerebros que se han ido y a los que han venido, y lo siguen haciendo, desde tierras más al sur.

Podíamos haber puesto una peluca en el cráneo y romper un par de huesos al esqueleto para recordar ese horror cotidiano de la violencia machista; podíamos haberlo bajado de la telaraña y dejarlo sentado en una esquina con una mano extendida buscando la falsa solidaridad de la limosna y la otra sujetando un cartel repleto de faltas de ortografía y colmado de falta de afecto.

Podíamos haber agujereado el cráneo, torturado los huesos, escondido posteriormente el cadáver en la ribera del Isuela, editado un "libro de pistas" e instar a encontrarlo en alusión a los recortes en materia de memoria histórica y a la muerte de la ley del mismo nombre.

Podíamos haberle puesto lencería y coloreado de rojo sangre (rojo dolor, no rojo pasión) la cadera para recordar que la explotación sexual sigue alimentando auténticas bandas de vampiros chupa-vidas.

Podíamos no haber colocado un esqueleto humano, sino uno animal; en referencia a todas aquellas especies de las que hacemos uso y abuso en prepotente y cruel despotismo; podía haber sido un árbol seco quien ocupara el puesto cerebral en la telaraña, en directa alusión a los crímenes que contra este planeta se cometen todos los días.

Podíamos haber hecho todo eso y mucho más, pues son tantos los terrores cotidianos que debemos conjurar, son tantos los nuevos retos que debemos afrontar que ni siquiera las calles peatonalizadas de esta Huesca nuestra que ansía un mañana nuevo podrían albergar tanto esqueleto, tanto cadáver, tanto terror, tanto sinsentido...

Por ello, quizás, una vieja y descolorida camiseta de sindicalista representa todo ello; todo ello por lo que vale la pena perder los miedos, vencer los temores y hacer de esa victoria sobre el terror cotidiano divertimento infantil una vez al año.

 
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