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Un recuerdo a la historia de 270 pueblos del Altoaragón que dejaron de vivir

Los pantanos, la falta de servicios básicos, como la luz o el agua, o tener el médico más cercano a dos horas andando porque no hay carretera, así como la caída de la economía rural en los años 40 y 50, son los principales motivos por los que cerca de 270 pueblos de la provincia de Huesca están abandonados. Christian Laglera ha publicado dos libros, uno de La Ribagorza y La Litera, otro de La Hoya, Jacetania y Alto Gállego, y en enero sale el tercero, del Sobrarbe, donde hay más de 100 abandonados, y Somontano.

Lleva diez años recorriéndolos todos para conocer porque llegaron a esa situación. Además ha recopilado más de 8.000 fotografías, y muchas se pueden ver en su Web www.despobladosenhuesca.com. Además se ha entrevistado con muchos vecinos, de los lugares donde ha podido encontrar algún antiguo habitante. Una de las cosas que más le sobrecoge es tener que abrirse paso entre la maleza en las calles de los pueblos abandonados que sólo unas décadas antes rezumaban vida.

Hay historias muy duras, de difícil recuerdo para los que las sufrieron. Yosa de Garcipollera, en la Jacetania, tuvo que ser abandonado por sus habitantes a finales de los 50, porque era inviable vivir allí, no tenían carretera para acceder. Cuando se fueron, gente mayor, enfermos, en burros, a través del monte, se construyó a los pocos días una pista para que accediesen los camiones que iban a reforestar con pinos la zona donde hasta entonces estaba el pueblo.

En Jánovas se presionaba a los habitantes que resistían sin irse, dinamitando las casas que iban quedando vacías. Finalmente no quedó nadie, pero tampoco se llegó a construir el embalse por el que les expulsaron. Una mejora de los servicios en el Siglo XX habría hecho que muchos pueblos no se hubiesen abandonado.

Tampoco es fácil mantener la vida en muchos pueblos dónde había pocas personas, y muchas ya muy mayores sin relevo generacional. Pero la parte positiva es que en los últimos tiempos pueblos como Lanuza o Montañana han vuelto a revivir, bien a través de los descendientes de los últimos habitantes, o a través de asociaciones o personas anónimas. También se da el fenómeno de pueblos ocupados por 2 o 3 personas, que sin servicios, mantienen un hilo de vida en localidades del altoaragon.

 
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