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El Club Montisonense de Montaña, de ascensión a los Ibones del Alba

Un grupo de diez montañeros y montañeras del Club Montisonense de Montaña realizaban una actividad de media montaña con el fin de visitar los ibones del Alba y todo su entorno. Para esta excursión, se organizaban en dos coches partiendo a las siete y media de la mañana en dirección a Benasque, y de allí hacia los Llanos del Hospital.

Antes de llegar a este lugar, una pista asfaltada a la derecha les llevaba al balneario de los Baños de Benasque donde dejaban aparcados los coches. Tomando como referencia el sendero señalizado GR-14, recorrían unos 300m. hasta encontrar una señal de pintura amarilla y azul justo antes de cruzar el barranco del Turonet. Se vieron obligados a salvar un gran desnivel encajonados en este barranco, incluso llegando a trepar un poco teniendo cuidado de no tener ningún percance.

Una vez superado este angosto lugar, salían a unos hermosos prados salpicados de pinos negros. No se detuvieron mucho, ya que de nuevo el sendero ascendía hacia el Sur, y así, superadas unas fajas herbosas en algo más de hora y media, llegaron al primer ibón del Alba, el más grande. Estaban a 2.275m. de altitud, las verdosas aguas estaban frías y mientras echaban un pequeño bocadillo se recreaban viendo los reflejos en el lago.

Desde este primer ibón, el grupo al completo continuaba por el sendero que conduce al Pico del Alba, cuya altitud superior a los 3000m. resulta imponente con solo verlo. No tenían por qué preocuparse, porque a 200m. de desnivel del primer ibón encontraban el superior, más pequeño pero igual de bonito o más. El cielo estaba completamente despejado, y el cálido sol animaba a algunos a echarse en las frías aguas, lo que provocaba muchas bromas y una animada jerga, además de un auténtico festival fotográfico.

Otro de los objetivos de los amantes de la fotografía es la cordillera del Perdiguero y Maupás, una grandísima sucesión de picos situados al norte y que se hacían perfectamente visibles desde la atalaya donde se encontraba el grupo. Estas montañas preciosas hicieron las delicias de los que tienen escasas oportunidades de contemplarlas desde la altitud.

Acabado el relajante descanso en el segundo lago, decidieron continuar una especie de circular bajando al oeste a un tercer ibón, así podían disfrutar de una completísima actividad. Este tercer lago era exquisito ya que la luz reflejaba en sus aguas verdosas produciendo un juego de colores realmente asombroso.

El regreso resultó más cómodo de lo esperado ya que algunos mojones les guiaron hacia el valle de nuevo, donde recuperaron el sendero original. Poco a poco, unos con más alegría y otros con más cuidado, deshicieron el sendero destrepando el barranco que habían ascendido al principio, y así bajaron hasta los coches, contentísimos de haber estado en un lugar tan bonito.

 
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