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El problema no es la sangre

ILICH LUIS AJATES MECAEl problema no es la sangre, son sus prejuicios

El TJUE dictó el miércoles una sentencia que permite excluir de forma permanente a los homosexuales para la donación de sangre dado que, según el Tribunal, existe un elevado riesgo de que contraigan enfermedades infecciosas, dejando a criterio de Francia (que es quien planteó la cuestión) si sus leyes son proporcionales a los riesgos y evidencias científicas que permitan avalar tal decisión. La decisión no puede pasar inadvertida y viniendo de donde viene puede crear precedentes que imposibiliten a los homosexuales per se donar sangre, lo que a mi juicio conculcaría en nuestro país el art. 14 CE que dispone que “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social” y en líneas similares la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Tal es así que una decisión de este calado no puede basarse únicamente en la condición sexual de la persona cuestionada, sino en los riesgos que la conducta de un determinado individuo pueda comportar al conjunto de la sociedad. Dicho de otro modo, las Enfermedades de Transmisión Sexual no son exclusivas de personas homosexuales, y debería preocupar más a nuestras instituciones la educación sexual que nuestros jóvenes reciben, principal causa del desconocimiento y de prácticas de riesgo que son única consecuencia de una juventud desinformada y en ocasiones olvidada. Sentencias y postulaciones como esta no hacen más que estigmatizar a colectivos que no tienen porque soportar esta clase de pronunciamientos, que no se basan en criterios científicos y que únicamente obedecen a prejuicios de un Tribunal que administra Justicia, reputándose a todas luces como inaceptables y estableciendo una clara desigualdad entre personas cuya única diferencia – ya anticipo que ni letal ni infecto-contagiosa – es su tendencia sexual. En definitiva, el problema del Tribunal de Justicia de la Unión Europea no es nuestra sangre, son sus prejuicios que no le hacen ver más allá de sus propias creencias de forma contraria a los principios de igualdad, libertad y dignidad y haciendo un flaco favor a la justicia que dicen impartir.

 
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