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La campaña de la desconfianza

Diego Guallart Gil. Escaños en Blanco

De nuevo tenemos una campaña electoral. Las encuestas vaticinan lo que el interés del encuestador, o de quien lo contrata, quieren que digan. Todo sea para influir, y si alguien tiene dudas en su voto, condicionarle. Por si no es suficiente, con el dinero de todos los ciudadanos, comienza el circo de mítines y baños de masas, para generar el aplauso de los asistentes, en su mayor parte convencidos de antemano por el orador, buscando que en los medios se refleje unión, fuerza y compromiso; el objetivo, agrupar al redil, y le quitarle ovejas al de al lado. Si el partido de turno se ha equivocado, si ha estado señalado, no es momento de pedir perdón, nunca lo han hecho por sus graves errores, revolverá en la ciénaga de sus adversarios; a todas luces hay que demostrar que no son tan merecedores como ellos del poder. La única meta de todo, es ser el que corta la tarta de la democracia.

El programa electoral no es que importe mucho, al fin de cuentas, a grandes rasgos, todos tienen similitudes, todos saben como acabar con la crisis y con los grandes problemas que nos acucian, otra cosa será que su formula sea la más adecuada. Ahora es el momento de generar ilusión, con banderitas, carteles, mecheros, bolígrafos y lo que se les ocurra, da igual el gasto, esta todo pagado, de las necesidades de la gente ya nos preocuparemos, el día de después y en la próxima precampaña. ¿Por qué no emplean el 90% del dinero del electoralismo para lo que realmente hace falta?, y quizás me he quedado corto. Hasta ahora, hemos vivido en el bipartidismo, y todo nos lleva según los medios, a un cuatripartito. Parece ser que no hubiera más opciones, las encuestan nos hablan, de los de siempre y dos más. No mencionan a los partidos más pequeños, deben jugar en otra división, y la abstención, el voto blanco y el voto nulo (se puede votar a propósito nulo), no debe ni existir. Quizás se quiera aconsejar a la gente que vote, a quien sea pero que lo haga y preferiblemente, a los cuatro que van en cabeza. Los apolíticos, los descontentos, los desconfiados, los que no creen siglas es mejor que se sientan solos. Ya los legisladores de la ley electoral se encargaron de que esto fuera así, y los actuales, sentados en los escaños del bipartidismo, tienen miedo a que se les termine su vida política, y ya están hablando de la segunda vuelta en las elecciones; no es cuestión de perder el poder que les queda, hay que acrecentarlo.

Los anteriores dejaron al margen del cómputo y del reflejo, la abstención y el voto en blanco, como si los que ejerciesen este derecho se conformaran con lo que pasase, nada más lejos de la realidad, es otra forma de opinar, pero el voto en blanco, peca además, de convertirse en el frotamanos de los grandes y lamento de los pequeños. Convirtieron en las urnas, en el negocio del poder, según tu circunscripción y voto, tus ideales no se verán reflejados en las urnas u obtendrás una imagen sobredimensionada. No es de extrañar, que si vemos las estadísticas de voto, de anteriores comicios, los partidos gobernantes gozan de una mayoría engañosa, si lo comparamos con su porcentaje total de votos, con respecto al total del censo electoral. ¿Es legitimo que dirija el país quien es apoyado por menos del 50 por ciento del censo?. ¿Un partido nacionalista puede decidir el futuro de un país entero, cuando en el resto de comunidades autónomas no tiene representación? . ¿Es justo que yo vote en blanco, y utilicen mi voto a su antojo?. ¿El sistema electoral es moralmente válido?. No, no lo es. No es equitativo, que en el año 2011, que un partido obteniendo el 44,62 % de los votos tenga mayoría absoluta con 186 escaños (de un total de 350) , otro con un 4,69% obtenga 5 y haya quienes, que por ser nacionalistas con un 1,37 % y un 4,17% obtengan 7 y 16 escaños respectivamente. Parte del problema radica, en que para obtener representación hay que llegar a un porcentaje mínimo de votos para obtener representación.

Si no obtienes el 3% en las circunscripciones más grandes, hablando de unas elecciones generales, lo cual equivale a unos diez escaños de los 350 disponibles, no tienes representación, de las pequeñas ni hablamos. Es sencillo imaginar para quien van a parar estos votos. Los que dictaron las reglas del juego, querían jugar siempre. Ahora bien, si el descontento o la desconfianza te lleva a votar en blanco, los poderosos son los que se reparten esos votos. Si yo no voto a nadie, y mi aptitud forma parte de las estadísticas, porque no tiene su lugar. En el 2011 hubo un 28,31 % de abstención. Quiero imaginar que esos casi 10 millones de personas, en su mayoría no confían en nadie, aunque se tiende a pensar que no les importa quién gobierne. Algunas de ellas, tendrían su lugar en el voto en blanco. Si propusiera que el no ejercer el derecho al voto, se convirtiese en escaños vacios, me llamarían anárquico o me acusarían de pretender la ingobernabilidad. Si transformo los votos en blanco y los nulos, con unos resultados para el año citado de, 1,37 y 1,29%, obtendríamos casi 5 y 4,5 escaños respectivamente. Traducido en dinero, hay que sumar salarios, dietas, asesores, subvenciones a los partidos… un buen bocado para la contabilidad para los que mayores ayudas tienen ya de por sí. Los votos nulos, dan para muchas opiniones, errores, llamar la atención,... pero si el motivo es la disconformidad con el sistema, el voto en blanco les puede tender la mano.

¿Qué pensarían de mi si propusiese que este último, se transformarse en escaños vacios?. –Antisistema, … yo me prefiero denominar coherente. La coherencia no existe en actual sistema electoral. Quien se siente identificado con el voto de la desconfianza, del no sentirse representado, puede votar en blanco, pero con el no llamaremos la atención de nadie, no de momento. Desde Escaños en blanco, queremos recoger a esos votantes, y trasladar su inquietud, con nuestro gesto de no tomar posesión, para denunciar el actual sistema. No tenemos un amplio programa electoral, solo tiene un fin, una propuesta, hacer visible la opinión en blanco; conseguido esto con la reforma de la ley, se pone punto y final a nuestra existencia. Soy coherente con mis ideas, puedo serlo para las tuyas.

 
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