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MAITE

Cristina Pérez Diego

Hace años que comprendí que llegar a conocer a otra persona requiere esfuerzo, dedicación, toneladas de empatía y tiempo. Mucho tiempo. Según cumples años, vas comprendiendo aspectos de la vida que, antes, ni te planteabas. Y como percibes que las ganas de vivir aumentan en la misma medida que disminuye tu tiempo, te planteas dejarte llevar por el corazón. Que sea él quien elija a quienes queremos ver en el camino.

Y el mío decidió que fueras tú, Maite, una de las personas que de alguna manera, me alumbraran en ese camino. Sin necesidad de haberte conocido mucho, sin horas de largas charlas, sin confidencias apenas. Fue mi corazón quien se dejó llevar y, como casi siempre, eligió bien. Maite Cortina, periodista, de la que ni hace falta ensalzar tus valores profesionales. Los tenías todos.

Compartimos poco más de un año de trabajo y, todavía, me asombra tu entereza. Jamás una queja. Viajes a Barcelona sin perder el contacto con tu delegación y a la vuelta poco que contar, tus grandes ojos siempre se anticipaban a cualquier pregunta que quisieras hacer. Siempre estabas bien.

No conozco a tu familia, ni a tus amigos, pero si a los compañeros y compañeras de profesión con los que compartimos esta tarea de comunicar. Todos andamos tristes. Uno de los nuestros nos acaba de dejar. Así. Sin una noticia previa, sin avisos en grandes titulares y con esa máxima discreción que siempre te caracterizó Maite.

Pero esta vez, querida Maite, no te libras de formar parte de la noticia muy a nuestro pesar. Las rotativas, las emisoras de radio, las televisiones, los digitales están hablando de ti compañera. Porque por donde pasaste dejaste claro que esta profesión sí merecía la pena. Intentar que la dignidad de las personas no sucumbiera por un gran titular, lo sé, lo hablamos, era también tu norte.

Mi corazón es tozudo casi siempre y se empeña en llevarme por caminos donde, a veces, transita la letra pequeña, la que no leemos. Pasa de largo de las “personas grandes” y se arrima a las “grandes personas”. Hay quien cree que el pago es pasar a la segunda fila. Es allí donde suele habitar la coherencia. Tú lo entendías también así.

Maite. Ahora vuelas a ese lugar que tú has elegido, sin dolor, con tus ojos vigilando. Ahora que puedes échanos una mano anda. Aunque yo , de alguna forma, te sigo teniendo en mi camino alumbrándome.

 
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