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Cartas al director: No nos llamamos fútbol

Diego Dieste, Capitán Senior Masculino Quebrantahuesos RC.

He practicado numerosos deportes. Individuales sobre todo, pero también en equipo. De todos los que he practicado he de decir que el que más sensación de equipo me ha transmitido, y que mas valores he visto implícitos, es el Rugby. De hecho puede que fuera lo que me enganchó prácticamente desde el principio. Como profesional de la educación física, y 21 años de experiencia profesional en el sector deportivo, puedo opinar que es uno de los deportes más auténticos y recomendables que conozco.

La “machada” que realizamos con mi equipo, el Quebrantahuesos Rugby Club, de apenas 3 años de antigüedad, la temporada pasada, proclamándonos campeones de la liga aragonesa ante un grandísimo Tarazona, que celebraba su 50 aniversario, tiene pocas comparaciones. La alegría de ser campeones de Aragón y poder jugar una fase de ascenso a una segunda categoría es difícil de describir. Alegría que desgraciadamente duró apenas 3 meses, dado que, debido a un cambio de gobierno en el ayuntamiento de Berbegal, nos invitaban claramente a abandonar el campo que hasta ahora estaba siendo nuestra casa, por la obligación a pagar una cuota por el uso del campo; desproporcionada hasta para ciudades como Madrid (cotejada con equipos conocidos).

Pensábamos que al ganar la liga los problemas de financiación se paliarían, y que nos lloverían ofertas de subvención y patrocinio, al fin y al cabo, además de la victoria, en solo 3 años, el rugby estaba llegando a más de 100 chicos y chicas de entre 7 y 50 años. Un caramelito. Un club modélico. Un ejemplo a seguir. ¡Qué ilusos éramos! No contamos con que teníamos un gravísimo problema.

No tiene nada que ver con nuestras cuentas, saneadas y no dependientes de ningún estamento público ni patrocinador, todo costeado por los propios jugadores. Nada que ver con nuestras elevadas entradas, gratuitas todas ellas y que además incluyen al espectador un plato de paella y unas cuantas cervezas (también costeadas por los propios jugadores). Tampoco con la violencia o la falta de disciplina (nadie en rugby insulta al arbitro y se entrena llueva, nieve o granice). Ni siquiera con la falta de jugadores, creciendo de manera exponencial año tras año. Nuestro gran handicap: no nos llamamos fútbol.

Todo aquel que ha practicado un deporte que no es fútbol sabe que no puede competir contra este monstruo en cuanto ayudas y ventajas se refiere. Ahora imagínense si además compartes con ellos espacio (el campo es el mismo). Si juegas al fútbol te pueden ofrecer rescates económicos si has derrochado, campos gratuitos sin tener que pagar gasto alguno, acceso a instalaciones municipales, espacio destacado en los medios de comunicación e incluso preferencia en la reserva de horarios de campo para los equipos y escuelas.

En las poblaciones que tienen la suerte de tener varios campos, hasta pueden llegar a reservar un campo para solo un equipo, aunque lo vaya a utilizar solo 3 horas a la semana. Como si de una reserva natural de la biosfera se tratase (deberían depender de las áreas de jardines en vez de la de deportes, ya que están diseñados para estar bonitos y no para usarlos). Da igual que ofrezcas una alternativa para todos aquellos niños y niñas que no son habilidosos con una pelota en los pies, o que son mas grandes de lo normal. Da igual que pongas el nombre de la población que representas, en el mapa de una comunidad que ha crecido un 150% en los últimos 4 años. Da igual que juegues con personas de la zona, y no con gente de fuera. Es indiferente que juntes a más de 150 personas cada dos fines de semana en una población de menos de 100. Incluso se las trae al pario que no cobres entrada y que además invites a una comida popular a todo el que se acerque a animarte. Eres un raro. Un freak. No practicas el deporte patrio, arraigado en nuestro ADN, el deporte español por antonomasia: el fútbol. Aunque que yo recuerde es un deporte de origen inglés, al igual que el rugby, ¿no? Los últimos 2 meses han sido un calvario.

Me he sentido mendigar, rogando por un campo que se nos negaba u ofrecía por un precio que no podemos costear (y que al anterior club de fútbol no se le exigía). Un lugar donde poder practicar deporte y donde poder hacer una labor social. Cualquiera diría que era para vicio. Afortunadamente, tanto yo, como alguno de mis compañeros, llevamos muchos años practicando deportes raros que no se llaman fútbol. Y, a pesar de pensar en abandonar varias veces, y dejar que el vigente campeón no pudiera revalidar el titulo, seguimos adelante. Y tomamos la decisión de seguir pagando, incluso por el campo, pero eligiendo nosotros la mejor opción, que en esta ocasión ha sido Binéfar. ¿Cual es nuestro futuro? Existen muchas opciones, pero las dos más probables son: 1- Que un ayuntamiento o patrocinador crea en el proyecto tanto como nosotros, y vea la rentabilidad social, deportiva, económica, educativa y turística que supone invertir en el deporte que más proyección tiene hoy en día en nuestro país (o por lo menos que nos de la oportunidad de explicárselo).

Que se una e implique en los muchos proyectos que gente joven tenemos ganas de desarrollar y nos ayude a llevarlos a cabo. Como un miembro más del equipo. Otros ayuntamientos y empresas a lo largo del mundo lo han hecho y han salido muy satisfechos. 2- Que busquemos una alternativa privada, un campo propio, autofinanciado, con medios propios. Sin depender de ningún socio externo, que el día de mañana pueda cambiar de color y nos invite a irnos a casa de nuestra madre. La primera es muy improbable.

Quizá exista algún político o empresario que vea más allá de lo que es evidente y sepa ver la oportunidad. Eso, o cambiarnos el nombre, ponernos fútbol de apellido y mentir como bellacos. Aunque el honor de un rugbier no nos lo permitiría. Así que nos queda la segunda. Endeudarnos, a pesar de la que cae, y apechugar con nuestra pasión. Otros se lo gastan en drogas. Las cosas las digo como son. Me parece un error y una vergüenza que los ayuntamientos y otras instituciones públicas sigan invirtiendo y subvencionando un deporte que se puede autofinanciar como hacemos el resto, que no son merecedores de semejantes privilegios por no necesitarlos y por estar en un estado de decadencia tal que han perdido todo valor que pudieran tener de origen. No son socialmente más recomendables que el resto de deportes. Ni siquiera lo son igual, (no hay más que ver cualquier última declaración de Mourinho o algún otro). Aunque, desgraciadamente, la experiencia me dice que nada va a cambiar, es una pena, que desde quien tiene la oportunidad de cambiar las cosas, se impulse a que todo sea igual. ¡Que aburrido! Prefiero arriesgarme y quedarme con los que son diferentes. Les aseguro, que somos mucho más divertidos.

 
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