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El secuestro de Huesca (Gerardo Oliván, Portavoz PP-Huesca)

Gerardo Oliván Portavoz del PP en el Ayuntamiento de Huesca

Afirmar que la izquierda española vive sus momentos más críticos implica que la propia sociedad, toda ella, corre un riesgo inmerecido. No hay el menor asomo de sarcasmo en el hecho de que un portavoz del PP —yo mismo— lamente esa situación: el diálogo democrático necesita un referente de izquierdas sólido, razonable, moderado. La irrupción del populismo arrebató al PSOE ese valor referencial, al tiempo que se desataba una despiadada guerra de egos. En estos momentos, no hay un solo partido de izquierdas —de cuantos se proclaman ingenuamente progresistas ante su implacable regresión— que esté libre de luchas intestinas. Las izquierdas españolas, en resumen, ya solo comparten un afán de supervivencia que prescinde de la sensatez y la coherencia. Y, sobre todo, de una auténtica vocación de servicio.

En Huesca, el nuevo escenario ha llevado al PSOE a cometer errores que podrían admitir disculpa y a una imperdonable renuncia de su identidad. Cuando firmó un pacto de gobierno surrealista, como si de una tormenta de ideas se tratase, se puso literalmente a las órdenes de la izquierda más radical. El alcalde Luis Felipe se limita a actuar como un airbag que protege a ciegas, mecánicamente, las irresponsables prioridades de sus socios. El tripartito ha optado por un gobierno de postureos y golpes de efecto que fomentan la crispación social, la división, y no contribuyen al desarrollo de la ciudad. ¿En serio es Huesca una capital de uso predominante del aragonés, una ciudad bilingüe? ¿El debate sobre los toros tiene una mayor trascendencia que la movilidad? No es necesario apelar a nuestra condición de concejales para dar respuesta a esas preguntas. Como vecinos, ya hemos contrastado que muchos militantes del PSOE viven la doble vergüenza de un partido en llamas y de un alcalde sometido a las vejaciones de los radicales. Porque radicales son los que se hacen acompañar de Anna Gabriel en campaña electoral, el rostro más extremista de la CUP: una persona capaz de idear y justificar el asalto a sedes del PP. Radicales son los partidos que defienden regímenes totalitarios bolivarianos y se reúnen con los agresores de Guardias Civiles. Y radicales son los partidos que no creen en la unidad de España y quieren dinamitar el proyecto europeo. Esos partidos son los que imponen su criterio en el gobierno municipal.El tripartito ha dividido el ayuntamiento en reinos de taifas independientes que ponen todo el mecanismo municipal —y, por supuesto, el dinero de la ciudad— al servicio de intereses partidistas. El sectarismo, el amiguismo y el cambalache de los favores prestados son la nueva realidad política.

Sin embargo, todos sabíamos lo que cabía esperar de los radicales, tránsfugas incluidos. La responsabilidad recae en Luis Felipe, el único alcalde que ha sido investido en dos ocasiones sin pasar por el refrendo de las urnas. Nombrado primero por su partido como sucesor de Fernando Elboj, compró la alcaldía con la firma de un cheque en blanco. El despropósito que gobierna la ciudad es una consecuencia de un PSOE que no se resigna al nuevo papel que le han encomendado los ciudadanos y se niega a escuchar la voz de los electores. El mismo PSOE que está pagando su servilismo con una batalla interna sin precedentes.

Hablar de incoherencia no es un ejemplo al azar. Muy recientemente, hemos vivido episodios que demuestran el cinismo socialista. El debate sobre los parques de bomberos llevó la misma moción, idéntica punto por punto, tanto al ayuntamiento de Huesca como a la comarca de la Hoya. El texto no había cambiado ni una coma. Pues bien, los mismos concejales que la votaron en contra en el pleno municipal lo hicieron a favor en el consejo comarcal. No solo me refiero al mismo grupo, el PSOE, sino a los ediles en concreto: personas que no tienen reparos en llevarse la contraria a sí mismos con tal de conservar su mínima porción de poder. Y es mínima porque, una vez más, el Partido Socialista se ha vendido a un precio muy bajo.

Reitero que esa humillación duele a sus electores, pero también a nosotros. La política avanza cuando gobierno y oposición son capaces de dialogar con responsabilidad y sentido del deber. Huesca, como España, necesita un equilibrio que el PSOE actual ha roto con juegos malabares. Luis Felipe, el mayor enemigo del nuevo modelo de centro peatonal, el hombre que calificó los cosos como la M-30 oscense y prometió que los coches volverían a circular por las Cuatro Esquinas, está ignorando conscientemente ese nuevo modelo de desarrollo. El mismo político que años atrás reivindicaba la llamada Ruta de la Campana como una herramienta turística para el progreso colectivo —una idea por demás excelente— ha planeado el paulatino desmantelamiento del Festival Leyenda Viva, que recogía esa iniciativa, por el simple hecho de que fue impulsado por el gobierno oscense del PP. No hay límite para su sumisión a los radicales ni su rencor a un partido, el nuestro, que le ha derrotado en dos ocasiones seguidas. Olvida así que no gobierna por mandato popular y que está burlando la voluntad de sus vecinos. Una vez rendido, deja el futuro de Huesca en manos de sus compañeros de viaje, un viaje hacia la nada. Es, literalmente, el secuestro de la ciudad.

 
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