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¿Árboles viejos? Sí, gracias !!

Javier Gavín Sazatornil

Hace días que siento cierto malestar personal, como si estuviera dejando de cumplir con una obligación como habitante de Huesca. Es por ello que escribo esta carta, para manifestar mi total desacuerdo con el tratamiento que se está dando, por parte del Ayuntamiento, al arbolado más longevo de nuestra ciudad.

El Servicio de Medioambiente del Ayuntamiento de Huesca, con su responsable Francisco Bergua al frente, parece estar dispuesto a liberarnos, de las hordas de árboles añosos dispuestos a comprometer nuestra seguridad.

El penúltimo episodio ha sido la tala, tras juicio sumarísimo, de las sóforas de la plaza de Concepción Arenal. Como pudimos apreciar todos los vecinos, si bien algunas ramas estaban huecas, no así el tronco de los árboles, cuyo estado en absoluto justificaba su corte. Unos árboles que habían formado parte de nuestra vida, por el empecinamiento de este señor han desaparecido de la noche a la mañana. Ya se barruntaba que esto podía suceder, lo había intentado con anterioridad, sólo era cuestión de esperar, hace viento, cae una rama,… ya se sabe, donde el responsable del medioambiente oscense pone el ojo, pone la motosierra. ¿Qué autoridad se irroga éste señor para borrar de un plumazo una parte importante de nuestro patrimonio ciudadano?

Los siguientes “afortunados” parece que serán los árboles situados en zonas de concurrencia en las próximas fiestas. Mientras tanto, los cedros de la avenida Ramón y Cajal van subiendo puestos en la lista de árboles amenazados …

Estos no son sino nuevos episodios de las múltiples actuaciones contra un buen número de ejemplares de árboles que han tenido la desgracia de cruzarse en el camino del técnico municipal: los pinos junto a la rotonda de las Miguelas, los chopos próximos al cruce de la vía en Martínez de Velasco, plataneros de la calle del Parque, y un largo etc… En muchos casos anunciando su reposición con otros ejemplares y, a fecha de hoy, todavía por plantar.

Siendo la tala una acción irreversible, debería ser una actuación in extremis, tras valorar otras opciones que pudieran suponer salvar al árbol en cuestión (poda de una parte, tratamiento de las heridas, colocación de sujeciones o tirantes, etc.)

Eso sí, para evitarse problemas en la toma de la decisión, pide a una empresa externa al Ayuntamiento que certifique la necesidad de la operación de eliminación, y ¡adelante con los faroles!. Ya se sabe: el que paga, manda. Ya solo queda convencer al responsable municipal de turno de la inexcusable necesidad de la medida.

Y para eliminar cargos de conciencia a los ciudadanos con dudas, publicitamos ser la capital de provincia española con más metros cuadrados de zonas verdes por habitante. ¿De verdad hay alguien que haya visitado Vitoria, Gerona, Logroño, Pamplona, Burgos, (por citar algunas) que crea tal afirmación? Desconozco el método de medición, pero al buscar esa información en internet, parecen ser muchas las ciudades que se llevan la palma, según informan las diferentes páginas web.

Hace ya un tiempo que podemos observar como desde el Servicio de Medioambiente, a través de los medios de comunicación locales, se va mandando el mensaje de la grave amenaza que supone la presencia de determinados árboles, ya viejos. Así, la edad, que en un árbol constituye un valor, por arte de magia, lo transformamos en un problema irresoluble, para que consideremos inevitable su eliminación, dejando la ciudad desprovista de árboles que formaban parte de la misma y de su patrimonio natural.

Es de agradecer el aumento de la diversidad de árboles en Huesca en estos últimos años, como lo es en muchas de las ciudades españolas. Ahora bien, lo que realmente hace especial a un parque, una plaza, una vereda, el soto de un río,… son sus ejemplares más antiguos. Siempre me ha llamado la atención la presencia de magníficos árboles, algunos centenarios, en las zonas verdes de muchas ciudades. Basta viajar a Francia a lugares próximos como Tarbes y Olorón, para disfrutar de hermosos árboles, considerados y conservados por su porte y edad.

Observando la escasez de árboles antiguos en mi ciudad, pensaba que era fruto de una climatología menos favorable a su desarrollo. Pero hay un factor limitante aún más importante, que es el respeto y la valoración de éstos árboles más o menos singulares por parte de la población. Basta con que en algún momento de su azarosa vida, se cruce una persona que decida anteponer criterios de seguridad personal (cubrirse las espaldas), o cualquier otro argumento más o menos peregrino, para poner fin a sus días. Un ser vivo que estaba aquí, mucho antes de que la mayoría de los habitantes actuales hubiéramos aparecido en escena, se merece algo más de respeto.

 
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