Cultura y sociedad

Mariano Pascual pasa a engrosar la nómina de premiados con el Esteban de Esmir

Este sábado, Mariano Pascual recogía, de manos del alcalde de Graus, José Antonio Lagüens, el VIII premio Esteban de Esmir de Fomento de la Cultura, una cerámica de Marta Danés, en reconocimiento a una larga y metódica carrera por la recuperación y dignificación de un instrumento musical de alto valor histórico y cultural para Graus como es la gaita. Jorge Mur, técnico de cultura del Ayuntamiento era, un año más, el encargado de conducir el acto. Vegetal Jam ponían el broche musical al evento.

Mariano Pascual iniciaba su discurso recordando la alegría y la sorpresa con la que había recibido la noticia de la concesión del premio porque decía que no hay mayor reconocimiento que el que pueda hacerte tu propio pueblo. Añadía que seguro que el premio se debía a lo pesado que se ha hecho tocando la gaita por las calles de Graus. Y añadía que el premio es para todos los grausinos por el cariño y respeto a Graus y a su patrimonio cultural, folklore, música y gaita.

Recordaba a gaiteros, danzantes, trabuqueros o cabezudos con los que, durante tantos años, compartió muchas horas de tiempo festivo y, entre ellos nombres como los de Tonon de Baldomera o los hermanos Colomina.

Pascual viajó hasta el año 1971 cuando José Antonio Betato, que fue uno de las personas que le enseñó a tocar la gaita, le dijo que le tocaba tocar la albada en el Santo Cristo y como en ese momento le temblaron ‘las garras’.

Los gaiteros comenzaron siendo de Caserras, explicaba, pero hoy en día, son de Graus y eso ha puesto andar un largo camino y contar con una amplia nómina de gaiteros dejando atrás aquellos momentos en los que, esta figura, casi llegó a desaparecer, sobre todo, gracias a la integración en el Grupo de Dances y Albadas.

Recordaba que en su casa, septiembre, se ordenaba en función de las fiestas porque él y sus hermanos participaban como gaiteros. A su familia dedicaba el premio por haberle enseñado a amar la música.

De Esteban de Esmir recordaba Jorge Mur su faceta de mecenas para la villa. No sólo el empujón económico que dio para finalizar las obras del santuario de la Peña sino por su empeño por fundar un colegio en un territorio aislado y atrasado a finales del siglo XVII y para lo cual tuvo que superar los recelos de quienes se encontraban al frente de la Compañía de Jesús.

416.000 jaqueses fue la suma que Esmir aportó y se construyó, de la nada, un colegio que, durante años, desarrolló intelectualmente el territorio.

Ese componente pedagógico, decía Mur, está presente en quienes, desde 2010, reciben el premio Esteban de Esmir, el último, Mariano Pascual.

 
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