Sociedad
OPinión

El aullido del lobo

Artículo de Miguel Ángel Liso

Miguel Ángel Liso

Después de más de un mes, más de un mes, de frenéticos llamamientos para amortiguar los efectos devastadores de la guadaña de la covid 19 sobre la economía, por fin, por fin, se ha constituido, sólo constituido formalmente, la llamada Comisión para la Reconstrucción. Vísteme despacio que tengo prisa. Pero de nada va a servir si sus trabajos son un reflejo del actual escenario político de encontronazo brusco y desencuentro permanente.

Es tan delicado el momento, que cuanto suceda a partir de ahora avalará o hipotecará el futuro de este país. Con el PIB por los sótanos y con los empresarios y trabajadores tiritando de miedo por la incertidumbre venidera, o los políticos se enfundan sus orgullos baldíos ante el esfuerzo que habrá que hacer para remontar la situación o será imposible darle la vuelta. Responsabilidades compartidas.

Pero, posiblemente, a estas alturas, el ciudadano ajeno a las peleas ideológicas y más preocupado, como es lógico, por el bienestar de los suyos, sin más, ya no le debe importar demasiado quién o quiénes son los responsables de que la clase política sea incapaz de aunar fuerzas y remar en la misma dirección. Culpará a todos. Pero no nos descuidemos. Gobernar quiere decir administrar, hacerlo con eficiencia y tejer una red de confianza y complicidad que atraiga a tus adversarios en momentos trascendentales. Y tras esta primera responsabilidad, la fundamental, escalonemos la cuota de responsabilidad que corresponda al resto de actores.

Por desgracia, el ambiente no es alentador e invita al pesimismo. ¿Por qué los trabajos de esa Comisión, representada proporcionalmente por los mismos grupos de las Cortes, van a tomar un rumbo distinto y serán un reflejo diferente a la gravísima confrontación que semana a semana vemos en el Congreso, con unos ataques tan virulentos entre unos y otros que impiden cualquier opción de consenso en momentos tan dramáticos?

Si antes de la pandemia, la política ya no era ya una balsa de aceite, la guadaña de la covid-19 ha acabado por destrozarla. Harían falta muchos volúmenes para recoger las mentiras, los insultos, las invectivas, las calumnias y el catastrofismo que se han oído en estos dos últimos meses. El abismo abierto en medio de esta crisis sanitaria, incluso con miserables cálculos electorales de por medio, es tan profundo como deleznable. Resulta obligado ponerse en la piel de los ciudadanos y observar atónitos la constante pelea dialéctica, la cerrazón y la escasa voluntad de ceder, siquiera un poco, para obtener el encuentro preciso.

Por eso, no hay demasiados argumentos para confiar y para creer que el funcionamiento de esa Comisión sirva para encarar la difícil etapa que se nos viene encima. No sólo económica, sino social. Demasiadas diferencias personales e ideológicas y escasa voluntad de acercamiento.

Pero ojalá estemos equivocados y los buenos deseos de muchos se superpongan al fatalismo actual. Digamos una obviedad: los españoles han votado a los políticos para que cumplan con su deber de afrontar los problemas y, llegado el caso, anteponer el bien común a sus diferencias ideológicas, personales o de cualquier otro sentimiento.

Digamos otra más: la política está repleta de desencuentros en función de las ideologías, pero también aparecen acuerdos y pactos firmados con generosidad. Y si en alguna ocasión puede hablarse de necesidad imperiosa es ahora, porque no se atisba otra salida. Nunca en la reciente historia hubo que enfrentarse a un desastre sanitario de tales dimensiones, ni jamás ha existido una oportunidad mejor para dar un paso adelante y desprendido.

Lo obvio y el sentido común van de la mano. ¿Serán capaces nuestros políticos de orillar sus implacables hostilidades personales para reencontrarse? ¿Serán capaces de flexibilizar sus postulados ideológicos, algunos muy caducos y trasnochados, en favor de la unidad? Ahora mismo no hay tarea más noble y urgente que exija el consenso, incluso como valor moral, para reactivar España. Vamos a ver, miembros de la Comisión para la Reconstrucción qué hacéis. Aunque como aúlla el lobo…Auuuuu, largo me lo fiáis.

Miguel Ángel Liso es director de medios de HENNEO

 
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